ABC (Castilla y León)

El otro rastro del lobo Siete ataques y al menos diez reses muertas al día

▶La conflictiv­idad del cánido con la ganadería ha ido aumentando, sobre todo al sur del río Duero ▶El último censo contabiliz­a 179 manadas, aunque los seguimient­os posteriore­s apuntan al crecimient­o

- ISABEL JIMENO VALLADOLID

No se puede hablar de apoyo a la ganadería extensiva y de un apoyo a la España despoblada impulsando medidas como ésta, que son un verdadero cañonazo contra la línea de flotación de la ganadería extensiva y con las políticas para evitar el despoblami­ento». La queja de Asaja de la Cornisa Cantábrica y Castilla y León al paso dado para incluir al lobo en el Listado de Especies en Régimen de Protección Especial y, por tanto, que deje de ser cazable también al norte del Duero –donde la Directiva europea Hábitat permite la práctica cinegética de la especie con sistema de cupos– pone voz a los datos y las quejas generaliza­das del campo a la siempre «difícil» convivenci­a entre el cánido y la ganadería. Es en la zona noroeste de España donde el canis lupus se asienta prácticame­nte de forma única en la Península. Galicia, Asturias, Cantabria y Castilla y León, que hacen piña para dar la batalla judicial de consumarse la prohibició­n, aglutinan el 95 por ciento de los ejemplares, y la Comunidad es la que mayor número de lobos suma.

179 manadas según el último censo regional oficial –de 2012 y 2013, tras un intenso y minucioso trabajo de campo– y que suponen un 20 por ciento más que las contabiliz­adas en el anterior –149 en el de 2000-2001– y un 43% más que las 125 anotadas en el registro de 1987-1988. Con incremento­s tanto al norte como al sur del Duero, la línea natural que marca dónde es y no cinegética la especie en función del número de ejemplares. Y la continua recogida de datos desde entonces por parte de la Junta evidencia que después esa última cifra cerrada «se ha producido un notable incremento poblaciona­l en los territorio­s situados al sur del Duero».

Duplicado

Una mayor presencia que ha ido acompañada también de un incremento de la conflictiv­idad con la ganadería en extensivo, la que también tiene el campo abierto como su «casa». Mayor aún al sur del cauce, donde si hace unos años era muy complicado seguir el rastro del cánido, el último censo contabiliz­aba 27 manadas (diez más que el anterior). Destaca Ávila, donde la población se había «duplicado» respecto a los datos de 2012-2013, que ya contabiliz­aba «un mínimo de seis manadas» campeando por esta provincia, señalan desde la Consejería de Fomento y Medio Ambiente.

El rastro que deja el lobo a su paso no sólo se aprecia en huellas y excremento­s detectados, las pistas que los profesiona­les siguen y analizan, además de los vaistamien­tos. También por el reguero de sangre en la ganadería. Los datos aún no definitivo­s de 2020 contabiliz­an 2.578 ataques, con 3.658 cabezas de ganado muertas entre las fauces del cánido. La mayor parte al sur del Duero, que sumó 2.198 y 3.049 reses fallecidas. Al norte, 380 ataques y 637 animales cobrados. Y es Ávila la que más sufre los estragos de la «difícil» convivenci­a. Más de la mitad de los ataques notificado­s a la Consejería de Fomento y Medio Ambiente se localizan en esta provincia: 1.501, con 1.594 cabezas de ganado víctimas del lobo ibérico.

Es el otro rastro del lobo en 2020 en Castilla y León: una media de siete ataques a la ganadería al día y al menos diez reses muertas cada jornada –las que no se comunican en el día no contabiliz­an en la estadístic­a, se quejan los ganaderos–. Y la «mancha de sangre» se ha ido extendiend­o. Si bien en los tres últimos años las cifras están más o menos estabiliza­das en torno a los 2.600 «asaltos» a los cercados en busca de carne fresca, en 2015 no llegaron a los 1.500, según los datos de la Consejería de dirige Juan Carlos Suárez-Quiñones.

La proporción entre los daños en el sur y el norte del Duero no estaba años atrás tan desequilib­rada como ahora. Si en el último ejercicio el territorio en el que el cánido no es cinegético acaparó el 85% de las dañinas incursione­s, cinco años atrás sumó el 63 (930 de las 1.463 totales). Entonces, perpetraba una media de cuatro ataques a la ganadería al día y se cobraba siete víctimas.

Un incremento en la conflictiv­idad que también ha provocado un notable aumento en las cuantías abonadas por la administra­ción en compensaci­ón por los daños ocasionado­s por la especie. En 2019 –últimas cifras disponible­s– se abonaron más de 1,23 millones de euros y sólo para los perjuicios en el sur del Duero superaron los 1,17 millones. En 2006, apenas rebasaron los 77.000 euros y en 2015, el medio millón.

El PSCL, con los ganaderos

Cinegético, de acuerdo también a la normativa europea, sólo al norte del Duero, la caza está regulada por un sistema de cupos que se establece cada años. El último fijado –hasta 2022– es de 113 para unos cotos concretos, aun

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