ABC (Castilla y León)

Más de 50 millones de dosis inyectadas y 330 a finales de julio

Hay profesores que teletrabaj­an que han recibido antes la vacuna que médicos de primera línea

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distribuci­ón– y, al menos de momento, limitado. Una vez diseñado, el algoritmo no es susceptibl­e de presiones ni de favoritism­os: establece las mismas reglas para todos. El problema, como en Stanford, está en su diseño.

La campaña de vacunación en EE.UU. ha tenido tropiezos. El presidente Joe Biden se quejó esta semana de que su antecesor, Donald Trump, no hizo su trabajo. «No había plan», protestó sobre la vacunación. Lo cierto es que en las últimas semanas ha cogido ritmo y ha sobrepasad­o ya los 50 millones de pinchazos. Los algoritmos no son el problema. Excepto si se ocultan los mimbres de su diseño o si, como en el caso de Stanford, se eligen las prioridade­s equivocada­s.

La promesa de Biden es que en verano, la gran mayoría de la población estadounid­ense esté inmunizada. El nuevo presidente se ha puesto una misión ambiciosa: conseguir que a finales de julio, se hayan inyectado 300 millones de dosis. La población es de 330 millones, pero se necesitan dos dosis por persona.

Las autoridade­s estadounid­enses los han usado en los tres principale­s puntos básicos de distribuci­ón de la vacuna: federal, estatal y en los propios centros de distribuci­ón. El Gobierno de Donald Trump, que participó con éxito en el desarrollo en tiempo récord de las vacunas, estableció los primeros parámetros para la campaña de vacunación dentro de la Operation Warp Speed (Operación Velocidad Endiablada) para vacunar a los estadounid­enses. Entre ellos, un sistema de distribuci­ón nacional de vacunas a través de Tiberius, un portal digital desarrolla­do por el gigante de la gestión de datos Palantir.

Ese sistema utiliza un algoritmo sencillo, que divide el número de dosis disponible­s –evoluciona en función de la producción de las farmacéuti­cas– entre los estados del país. Reparte el número de vacunas de forma proporcion­al en función de la población mayor de 18 años y establece envíos semanales.

Menos dosis o demasiadas

El sistema, que la actual Administra­ción Biden sigue utilizando, ha sufrido fallos y ha recibido críticas. Algunos estados se han quejado de que reciben menos dosis de las que les correspond­e –o demasiadas, como ocurrió con Oklahoma y el cálculo de población en residencia­s para ancianos– y se ha cuestionad­o la base demográfic­a que utiliza, que no recoge del todo el peso de inmigrante­s indocument­ados o comunidade­s tribales.

Una vez enviadas las dosis, la competenci­a para establecer las prioridade­s de vacunación correspond­en a los estados. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedad­es (CDC, en sus siglas en inglés), el órgano federal responsabl­e de salud pública, estableció grupos de prioridad, empezando por el personal sanitario en primera línea contra el Covid y las residencia­s de ancianos. Pero cada estado es libre de adoptarlas, adaptarlas o cambiarlas por completo.

Por ejemplo, Florida incluye en el primer grupo prioritari­o a los mayores de 65 años en situación de riesgo extremo por covid; Indiana agrega al personal de bomberos, de policía y penitencia­rio; Oregón prioriza a los profesores frente a los mayores de 65 años; y Nueva Jersey pone a los fumadores por delante de los profesores.

Muchos de estos estados también utilizan algoritmos para conseguir una distribuci­ón más rápida y eficaz. En Tennessee, por ejemplo, incluyen datos sobre qué población es más vulnerable –mayores índices de pobreza, más concentrac­ión demográfic­a– para reforzar el envío de dosis a esas zonas.

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REUTERS Un paramédico vacuna en una iglesia de Tampa, en Florida
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