En el futuro miraremos a Cs como a UCD o el Láser Disc
AMOS a buscar culpables, tralará. De lo de Ciudadanos y PP en Cataluña. No sé si Casado tenía un plan que incluía marcar distancias con Vox en la moción de censura, ponerlos verdes y, antes, echar a Cayetana Álvarez de Toledo. Plan infalible para atraer al votante huido a Vox (o a punto de huir). Illa, el ganador hipotético, llegó al colegio electoral como si fuera Tom Hanks al final de ‘Big’, cuando se vuelve a convertir en niño en el traje de adulto. Con un abrigo enorme. Casado y Teodoro han menguado tanto que cabrían los dos dentro de un traje de Hedi Slimane cuando diseñaba en Dior. Y luego está Ciudadanos, que todavía está. Quizá en un futuro los miremos como a UCD, los dinosaurios o el Láser Disc.
Y quizá no hay que mirar a Inés Arrimadas, hay que ir al propio Albert Rivera. Cuando el domingo vieran los resultados quizá a alguien le salió el «¡Qué hostia, qué hostia!» de Rita Barberá. Pero también lo puede pensar Rivera del libro de Zarzalejos sobre el Rey. Ni Paul Johnson da tantos guantazos a Lillian Hellman en ‘Intelectuales’ como Zarzalejos a Rivera. A ver. Rebobinemos. Ciudadanos obtuvo 57 escaños el 28 de abril de 2019 (con los del PSOE llegaban a la mayoría absoluta). Recuerda Zarzalejos que Ciudadanos nació en Cataluña para regenerar la democracia en España y para acabar con el peso de los nacionalismos vasco y catalán en los Gobiernos de España. Que hoy Bildu y ER resulten necesarios para la estabilidad de la legislatura es culpa de… «Nada de esto hubiese ocurrido si Albert Rivera hubiese hecho honor a los principios fundacionales de su partido, y, en vez de rectificar el rumbo de su propósito… para enfocarse en un imposible sorpasso al PP, se hubiera empeñado en abril de 2019 en convencer a Pedro Sánchez para repetir su acuerdo de investidura de 2016».
Hay quien sostiene que el ofrecimiento por parte de Sánchez existió. Rivera lo niega. Lo que sí está claro es que se veía de Gran Machote del centro derecha. Y ha llegado a novio de la artista. Y ni siquiera se preguntará, como Steve Urkel, lo de «¿He sido yo?».
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