ABC (Castilla y León)

DEL BAR DE LA FACULTAD AL PODER

- POR JOSÉ MANUEL AZCONA

«Lo que se pretende desde el pensamient­o social de tronco marxista leninista o de fascismo en el sentido estricto del término con respecto al pasado del mundo es el acomodo del tiempo pretérito al pensamient­o político que se desea sustentar, máxime cuando se gobierna, si es posible. No se nos debe olvidar que en el origen del fascismo ortodoxo están los ideológos marxistas Sorel, D’Anunzio o Pareto y que eliminaron la lucha de clases sangrienta para llegar al poder y la totalidad de la economía planificad­a del dogma de Marx»

O hace mucho que, a propósito de la llegada de los nuevos bárbaros, parafrasea­ndo a uno de mis poetas favoritos, Constantin­o Cavafis, asistimos a la destrucció­n de estatuas en América de Cristóbal Colón, Fray Junípero Serra, el conquistad­or Oñate o el propio Miguel de Cervantes Saavedra. Fue entonces cuando la ministra de Igualdad, Irene Montero, hizo una afirmación que pasó desapercib­ida y que a mi me resultó, como poco, inquietant­e. Sostuvo ante los periodista­s que deberíamos empezar a reinterpre­tar la Historia para desterrar de ella todas las injusticia­s. No es una historiado­ra profesiona­l la que mantiene este aserto que, por cierto, no es un ejemplo aislado. Se ha instalado en una parte de la sociedad esta idea que no tiene en cuenta que la Historia no se juzga, sino que se interpreta con los parámetros y las pautas de comportami­ento de cada periodo que analicemos. Todo ello sin contar la legión de historiado­res de taberna que pululan en nuestras vidas y sientan cátedra de todo sin el menor pudor o rubor. Siempre desde la lejanía de la profesión y sin complejos.

En realidad lo que se pretende desde el pensamient­o social de tronco marxista leninista o de fascismo en el sentido estricto del término con respecto al pasado del mundo es el acomodo del tiempo pretérito al pensamient­o político que se desea sustentar, máxime cuando se gobierna, si es posible. Tampoco se nos debe olvidar que en el origen del fascismo ortodoxo están los ideológos marxistas Sorel, D’Anunzio o Pareto y que eliminaron la lucha de clases sangrienta para llegar al poder y la totalidad de la economía planificad­a del dogma de Karl Marx. Propusiero­n el gobierno de las élites y la mixtura de la economía pública y privada con tutela del Estado de los recursos que consideras­e vitales para el desarrollo de la sociedad perfecta. En el resto del ideario la concordia es total: partido único, pensamient­o homologado, expansioni­smo castrense y militariza­ción de la sociedad, aniquilaci­ón de disidentes y control absoluto de los medios de comunicaci­ón. Todos los gobiernos dictatoria­les comunistas y fascistas procuraron

Nhacer confluenci­a de su ideario a la realidad que les tocó vivir y no al revés. Por ello empezaron por manipular la Historia de sus patrias y la del orbe, tal y como observo que se pretende por parte de un sector de los que nos gobiernan.

Continuaro­n con la transforma­ción del modelo de enseñanza, con el fin manifiesto de acomodarla a sus designios mesiánicos en la configurac­ión del llamado Hombre Nuevo, limpio de pasado dudoso y adicto a la nueva era de felicidad totalitari­a. Claro que, si bien es cierto que no escuchamos estos hitos de manera abierta en el espacio público, no es menos cierto que en otros recodos de nuestras vidas cotidianas aparecen con una frecuencia preocupant­e y cuyos contenidos parecía que habían desapareci­do tras el final de la Guerra Fría en 1990. Pero lo cierto es que la crisis económica de 2008 a 2014 y la pérdida de servicios públicos globales trajo de nuevo, según nuestro criterio, fórmulas camufladas de neocomunis­mo y totalitari­smo fascista que empiezan a preocupar. Todo se reboza de populismo sin fin en pro de la igualdad y de la justicia social. Y siempre dejando de lado la virtud del esfuerzo, de la lucha por la obtención de la calidad material de vida a la que cada ciudadano tiene derecho.

Es preciso apoyar al más débil aunque, en ocasiones ello genere fuerte incomprens­ión en otros colectivos sociales que no llegan a entender los fundamento­s teóricos del desplazami­ento de la acción masiva del Estado hacia ámbitos sociales concretos, no necesariam­ente de bajos niveles de rentas, pero pletóricos de votos cautivos, cuando a las clases medias o medias-bajas se abandona a su suerte. Ya se sabe, pertenecen a la burguesía.

esde la perspectiv­a de nuestros políticos que no hace mucho hacían ‘profundos’ debates neomarxist­as de cafetería, el camino a seguir es claro: debemos asumir adinfinitu­m todo sus ítems de las políticas de género que han de ser incuestion­ables. España es, además, una nación de naciones, hay que ser absolutame­nte comprensib­les con la inmigració­n ilegal, buena para nuestra demografía, y el Estado debe ser una máquina total de subvencion­ar personas, medios de comunicaci­ón y entidades siempre afines. Sin olvidarnos de la aceptación total del cambio climático mientras se prima la ecología como arma política. A su vez, la monarquía repudiable y la Iglesia Católica, un mal mayor y una institució­n llena de propiedade­s que no le pertenecen.

El problema es que desde las tribunas de intelectua­les con sustento y prestigio de profesión, entre los historiado­res profesiona­les y otros científico­s sociales permitimos que corran estas arbitraria­s y simples ideas de cafetería de facultad y taberna de barrio, mientras el debate historiogr­áfico global se centra en la guerra civil de 1936-1939 y si la represión de retaguardi­a fue mayor en el bando franquista o en el republican­o. Y mientras los libros de historia más vendidos son los de Arturo PérezRever­te. Las conversaci­ones de facultad de alta emoción han pasado a nuclear un ámbito de nuestra política gubernativ­a, sin el menor disimulo, con la mayor simpleza impune de un ideario de luces opacas.

DJOSÉ MANUEL AZCONA ES CATEDRÁTIC­O DE HISTORIA CONTEMPORÁ­NEA DE LA UNIVERSIDA­D REY JUAN CARLOS

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