DEL BAR DE LA FACULTAD AL PODER
«Lo que se pretende desde el pensamiento social de tronco marxista leninista o de fascismo en el sentido estricto del término con respecto al pasado del mundo es el acomodo del tiempo pretérito al pensamiento político que se desea sustentar, máxime cuando se gobierna, si es posible. No se nos debe olvidar que en el origen del fascismo ortodoxo están los ideológos marxistas Sorel, D’Anunzio o Pareto y que eliminaron la lucha de clases sangrienta para llegar al poder y la totalidad de la economía planificada del dogma de Marx»
O hace mucho que, a propósito de la llegada de los nuevos bárbaros, parafraseando a uno de mis poetas favoritos, Constantino Cavafis, asistimos a la destrucción de estatuas en América de Cristóbal Colón, Fray Junípero Serra, el conquistador Oñate o el propio Miguel de Cervantes Saavedra. Fue entonces cuando la ministra de Igualdad, Irene Montero, hizo una afirmación que pasó desapercibida y que a mi me resultó, como poco, inquietante. Sostuvo ante los periodistas que deberíamos empezar a reinterpretar la Historia para desterrar de ella todas las injusticias. No es una historiadora profesional la que mantiene este aserto que, por cierto, no es un ejemplo aislado. Se ha instalado en una parte de la sociedad esta idea que no tiene en cuenta que la Historia no se juzga, sino que se interpreta con los parámetros y las pautas de comportamiento de cada periodo que analicemos. Todo ello sin contar la legión de historiadores de taberna que pululan en nuestras vidas y sientan cátedra de todo sin el menor pudor o rubor. Siempre desde la lejanía de la profesión y sin complejos.
En realidad lo que se pretende desde el pensamiento social de tronco marxista leninista o de fascismo en el sentido estricto del término con respecto al pasado del mundo es el acomodo del tiempo pretérito al pensamiento político que se desea sustentar, máxime cuando se gobierna, si es posible. Tampoco se nos debe olvidar que en el origen del fascismo ortodoxo están los ideológos marxistas Sorel, D’Anunzio o Pareto y que eliminaron la lucha de clases sangrienta para llegar al poder y la totalidad de la economía planificada del dogma de Karl Marx. Propusieron el gobierno de las élites y la mixtura de la economía pública y privada con tutela del Estado de los recursos que considerase vitales para el desarrollo de la sociedad perfecta. En el resto del ideario la concordia es total: partido único, pensamiento homologado, expansionismo castrense y militarización de la sociedad, aniquilación de disidentes y control absoluto de los medios de comunicación. Todos los gobiernos dictatoriales comunistas y fascistas procuraron
Nhacer confluencia de su ideario a la realidad que les tocó vivir y no al revés. Por ello empezaron por manipular la Historia de sus patrias y la del orbe, tal y como observo que se pretende por parte de un sector de los que nos gobiernan.
Continuaron con la transformación del modelo de enseñanza, con el fin manifiesto de acomodarla a sus designios mesiánicos en la configuración del llamado Hombre Nuevo, limpio de pasado dudoso y adicto a la nueva era de felicidad totalitaria. Claro que, si bien es cierto que no escuchamos estos hitos de manera abierta en el espacio público, no es menos cierto que en otros recodos de nuestras vidas cotidianas aparecen con una frecuencia preocupante y cuyos contenidos parecía que habían desaparecido tras el final de la Guerra Fría en 1990. Pero lo cierto es que la crisis económica de 2008 a 2014 y la pérdida de servicios públicos globales trajo de nuevo, según nuestro criterio, fórmulas camufladas de neocomunismo y totalitarismo fascista que empiezan a preocupar. Todo se reboza de populismo sin fin en pro de la igualdad y de la justicia social. Y siempre dejando de lado la virtud del esfuerzo, de la lucha por la obtención de la calidad material de vida a la que cada ciudadano tiene derecho.
Es preciso apoyar al más débil aunque, en ocasiones ello genere fuerte incomprensión en otros colectivos sociales que no llegan a entender los fundamentos teóricos del desplazamiento de la acción masiva del Estado hacia ámbitos sociales concretos, no necesariamente de bajos niveles de rentas, pero pletóricos de votos cautivos, cuando a las clases medias o medias-bajas se abandona a su suerte. Ya se sabe, pertenecen a la burguesía.
esde la perspectiva de nuestros políticos que no hace mucho hacían ‘profundos’ debates neomarxistas de cafetería, el camino a seguir es claro: debemos asumir adinfinitum todo sus ítems de las políticas de género que han de ser incuestionables. España es, además, una nación de naciones, hay que ser absolutamente comprensibles con la inmigración ilegal, buena para nuestra demografía, y el Estado debe ser una máquina total de subvencionar personas, medios de comunicación y entidades siempre afines. Sin olvidarnos de la aceptación total del cambio climático mientras se prima la ecología como arma política. A su vez, la monarquía repudiable y la Iglesia Católica, un mal mayor y una institución llena de propiedades que no le pertenecen.
El problema es que desde las tribunas de intelectuales con sustento y prestigio de profesión, entre los historiadores profesionales y otros científicos sociales permitimos que corran estas arbitrarias y simples ideas de cafetería de facultad y taberna de barrio, mientras el debate historiográfico global se centra en la guerra civil de 1936-1939 y si la represión de retaguardia fue mayor en el bando franquista o en el republicano. Y mientras los libros de historia más vendidos son los de Arturo PérezReverte. Las conversaciones de facultad de alta emoción han pasado a nuclear un ámbito de nuestra política gubernativa, sin el menor disimulo, con la mayor simpleza impune de un ideario de luces opacas.
DJOSÉ MANUEL AZCONA ES CATEDRÁTICO DE HISTORIA CONTEMPORÁNEA DE LA UNIVERSIDAD REY JUAN CARLOS