ABC (Castilla y León)

Una medida honorable de resultados prácticos dudosos

- VENTOSO

URANTE el reinado de Felipe IV las monjas salesas labraban allí un huerto. En los años expansivos de Juan Carlos I se levantó en el solar un moderno edificio de siete plantas, al que se mudó la AP de Fraga en 1983. Bajo la presidenci­a de Rajoy, el PP se lo compró a Mapfre, en 2006, por unos 37 millones. El edificio vivió desde su balcón los sonados triunfos electorale­s de José María y Mariano. También la circulació­n de dinero sucio, que probableme­nte sirvió hasta para pagar sus reformas. Ahora, en el séptimo año de reinado de Felipe VI, el PP evacúa Génova 13 por orden de su actual presidente, un abogado de 40 años, que 48 horas después del descalabro de su partido en Cataluña quiere cortar para siempre con una etapa de corrupción detestable. ¿Acierta con la medida?

—A favor. La decisión es honorable, sin discusión. Casado quiere levantar una barrera definitiva frente a un pasado que sigue avergonzan­do al partido en tribunales y lo hace con un gesto de máximo simbolismo: dejar la sede epítome de la corrupción del PP. Casado necesitaba un golpe sobre la mesa. De lo contrario su partido seguiría pagando en las urnas la resaca de la corrupción en las etapas de Aznar y Rajoy, como ha ocurrido el 14–F, porque la izquierda gobernante goza de un dominio televisivo que le permite poner en el ojo del huracán los quebrantos judiciales del PP, que continuará­n. El partido ya ha pagado políticame­nte sus vergüenzas, perdiendo el poder y con castigos en las urnas. Ha renovado su cúpula al completo. Tiene todo el derecho a poner el marcador a cero y el gesto de dejar Génova le ayudará a ello.

—En contra. Casado, 2018: «El problema del PP no es qué sede tiene, ni de logotipo, himno o nombre. El problema es de fondo. Lo que nos va a hacer conectar con la sociedad y el electorado no es pintar el logotipo de otro color, o cambiarnos al edifico de enfrente». Aún siendo honorable, la decisión es poco hábil tácticamen­te (como recuerda un dicho cínico, pero certero, ‘lo malo de la autocrític­a es que los demás se la creen’). Este gesto puede provocar un balance reduccioni­sta de la obra del PP, que será visto por la sociedad simplement­e como una montaña de cieno, cuando es el partido que sacó dos veces a España de la ruina. Su desmarque absoluto de la etapa de Rajoy presenta además el problema de que fue vicesecret­ario con él de 2015 a 2018, sin que se distinguie­se por denuncias frontales de una corrupción que ya era evidente. Por último, salir de Génova como si fuese un lugar apestado supone todo un regalo para la hegemonía mediática del sanchismo. Los precedente­s son inquietant­es: el último partido que cerró su sede por corrupción, Convergènc­ia, acabó desapareci­endo. Vox se frotaba ayer las manos.

Casado ha obrado como lo que es, una persona limpia y de principios. Pero los resultados prácticos de la medida son dudosos. Dos dudas: ¿Se fue el PSOE avergonzad­o de Ferraz tras la condena de Filesa? No, por supuesto. ¿Cuál fue el gesto del PSOE tras la suprema chorizada de sus ERE? Ninguno.

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