ABC (Castilla y León)

Un Barcelona sumiso y acabado

▶El PSG, con un Mbappé descomunal, asalta el Camp Nou y abusa de un equipo moribundo que descubre su cruda realidad en Europa

- SALVADOR SOSTRES BARCELONA

olvió lo importante, volvió la Champions. Son los partidos sin excusa, el torneo más importante del mundo. Pochettino fue la segunda opción para sustituir a Quique Setién en el banquillo del Barça. Koeman la tercera. El PSG empezó marcando el ritmo, bajo, del partido, reservándo­se tiempo para pensar, conservand­o el balón, además de teniéndolo, que son dos cosas distintas; y el Barça no mandaba como era su obligación y actuaba como los amantes pasivos que mis amigos gays contactan por Grindr cuando de 5 a 7 no tienen nada qué hacer. Entregado, sumiso, con la voluntad anulada el Barcelona, dejaba que el PSG penetrara en su campo sin ni siquiera intuir cómo se podía defender.

Es importante tener amigos gays, para entender lo que el Barça es, y lo que es la política catalana. Es importante tener amigos gays activos, y que te cuenten lo que les hacen a sus visiteurs du soir. Y sólo en esta dureza, y en este inclinarse dócil con que consiguen dominarles, se entiende cómo el que fue el mejor club del mundo se arrastra ante un jeque árabe y un entrenador resultadis­ta puede intimidar a los fundadores del fútbol más brillante que jamás se había visto. También sólo así se puede comprender que a la misma hora del partido ardieran contenedor­es en el paseo de Gracia por la detención del rapero Pablo Hasel, condenado a prisión por más de sesenta mensajes entre 2014 y 2016 que jaleaban, entre otros, al exjefe militar etarra Joseba Arregi. Uno de sus mensajes decía: «Las manifestac­iones son necesarias, pero no suficiente­s, apoyemos a quienes han ido más allá». Esto es hoy Cataluña. Y por eso ustedes tienen que creerme cuando les digo que, pese a todo, es una esperanza, ¡y un milagro!, que las elecciones del pasado domingo las ganara Salvador Illa.

Poco a poco el Barça fue despertand­o, como si de repente se descubrier­a en su sexualidad ambivalent­e, y de un arranque de De Jong sacó un penalti minucioso pero que lo era. Jugada

Vm.27: Messi (p); m.32: Mbappé; m.65: Mbappé; m.70: Kean; m.85: Mbappé.

(Países Bajos). Mostró la cartulina amarilla a Gueye. ‘made in Koeman’ como alternativ­a a la combinació­n entre Alba y Messi, con el holandés llegando por la otra banda. Transformó con autoridad Messi, como diciéndole­s a los franceses que el juego amatorio había cambiado. Pero fueron, como decía hace un instante, sólo un minuto o dos, porque enseguida Mbappé, aprovechán­dose de una asistencia delicadísi­ma y al primer toque de Verratti, empató el partido de un fenomenal trallazo casi a bocajarro.

Abuso francés

El empate no significab­a que la eliminator­ia estuviera empatada, por el valor doble de los goles fuera de casa, y porque no parecía que un Barça se dejaba hacer, pudiera ni siquiera sostener el empate. El PSG le dominaba y el partido iba sobre lo que Pochetino quería. Messi no comparecía. Dembélé naufragaba en sus tareas defensivas.

Si Ter Stegen en la primera mitad tuvo momentos imprecisos, aunque de poca gravedad, empezó el segundo tiempo con una mano fundamenta­l para salvar el casi gol de Icardi. Al Barça no le duraba el balón; el PSG era mejor, pero no lo materializ­aba. Los jugadores del Barça parecían lo que los franceses habían pedido para merendar por la famosa apli

Ruina Lo mejor para el Barça sería ni viajar a París para la vuelta y así por lo menos podría ahorrar

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