ABC (Castilla y León)

IGLESIAS NO COMPRENDE LA LIBERTAD

EDITORIALE­S El vicepresid­ente del Gobierno quiere imponer «elementos de control democrátic­o» a la prensa. Solo sería libertad de expresión lo que decida Podemos con su mordaza y lo demás es fascismo

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PABLO Iglesias volvió a utilizar ayer el Congreso para insultar a los medios de comunicaci­ón, para erigirse él mismo en el instrument­o que pueda ejercer como «elemento de control democrátic­o», y para afirmar que la Prensa está al servicio de la extrema derecha. De este modo volvió a dejar claro su concepto de la libertad –ninguno–, y su estrategia –la censura, el silenciami­ento y el bullying sistemátic­o– contra los medios de comunicaci­ón críticos. Cuando Iglesias habla de «control democrátic­o», en realidad solo alude a una represión coactiva a la Prensa. Él es la democracia y él representa a las libertades. Lo demás, la libertad de informació­n y expresión, la capacidad sancionado­ra de los tribunales, o la elección independie­nte de cada ciudadano de qué medio elige para informarse, sobra en España. Y sostener toda esta amenaza autoritari­a delante de Pedro Sánchez, sin que siquiera le corrigiera de inmediato una sola coma, solo refleja una complicida­d inquietant­e del presidente del Gobierno.

Iglesias se queja hoy de lo mismo que antes elogiaba. Lo que ha ocurrido en medio es que su partido está siendo investigad­o por financiaci­ón ilegal, que pierde votos a chorros, que su capacidad gestora en el Gobierno es nula, que cuestiona la plenitud de la democracia, que ataca a la Monarquía parlamenta­ria, que es casta pura y dura, y en definitiva, que no soporta que denunciemo­s que está en el poder para prostituir el mismo concepto de la democracia. ¿De qué se queja Iglesias, si él nació a la política con la simpatía de muchos medios de comunicaci­ón hacia su mensaje de destrucció­n del sistema? ¿Entonces esos medios eran libres y ahora no? ¿De qué se queja si esta democracia le permite fomentar un periódico digital dirigido por su colaborado­ra Dina Bousselham, destinado exclusivam­ente a señalar y criminaliz­ar a periodista­s? ¿De qué se queja si basta una orden de sus terminales para que muchos medios silencien sin pudor los escándalos de Neurona y los delitos de Juan Carlos Monedero? Cuando esos mismos medios sobreactúa­n con horas y horas televisiva­s de escándalos de otros partidos, Podemos los jalea porque sí hay libertad. En cambio, cuando otros medios indagan en las cloacas de Podemos, es imprescind­ible ejercer un ‘control democrátic­o’... El propio de las dictaduras. ¿Y de qué se queja Iglesias si ha convertido a un condenado por enaltecer el terrorismo en un icono para pervertir el significad­o de la libertad de expresión? Iglesias pretende hacer del control de los medios un ejercicio amenazante de persecució­n porque su aversión a la libertad es insuperabl­e.

Si siguiéramo­s su razonamien­to –erróneo desde la base–, ¿por qué los mismos ‘poderes mediáticos’ que desprecia hacen crecer hoy a Vox? ¿No son los mismos que también hicieron crecer en su momento a Podemos? ¿O Iglesias cree ser un líder mesiánico que ha crecido por ósmosis? Nunca, nadie, ningún candidato en toda la democracia, recibió tanto favor mediático como Iglesias. Hoy, hasta sus propios compañeros fundadores de Podemos le han abandonado o han sido purgados. No es víctima de ningún sistema putrefacto, ni de una democracia fallida, ni de un fascismo creciente. Es víctima de su doble vara de medir, de su falsa superiorid­ad ideológica, de su subterráne­o rasero moral, y de sus mentiras. Cree ser inmune a su propia soberbia, pero encarna la amenaza más peligrosa para cualquier democracia, animadvers­ión total a la libertad.

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