Postales de la normalidad democrática
La alcaldesa de Barcelona abrió la pasada semana una investigación interna para determinar qué protocolos fallaron para que una brigada de la limpieza municipal borrara una pintada antimonárquica, que en breve será restituida con fondos municipales como humilde y contrita contribución al exorno callejero. Los servicios de limpieza de la Ciudad Condal volvieron ayer a las andadas, eliminando sin el preceptivo análisis de fondo y forma las huellas de pintura en espray que la turba antisistema había dejado en el centro de Barcelona, en presunta defensa de la libertad del delincuente conocido como Pablo Hasel. Animadora de cualquier festejo capaz de proyectar la imagen de su ciudad y reforzar el bienestar de los vecinos, la regidora aseguró ayer que las manifestaciones del lunes habían sido ‘multitudinarias’ y ‘pacíficas’. Esas cosas hay que repetirlas, e incluso replicarlas en Madrid. No hay fronteras para la ‘indignación’ –gran reserva del 15-M– que Colau destila como gasolina. Quedamos el martes por la noche para dar una vuelta por la Puerta del Sol o por la Barcelona de las barricadas, los adoquines, los contenedores en llamas, los policías heridos y los bancos y establecimientos saqueados, postales de la normalidad democrática que Ada Colau y Pablo Iglesias reclaman como reverso de un régimen en el que los delincuentes van a la cárcel. El pacifismo de los manifestantes de Colau no solo define sus fines últimos –con Pablo Hasel de excusa y pelele de temporada–, sino que anticipa el sueño político de quienes se sienten incómodos en la anormalidad vigente.