Culto de izquierdas
«Algo se convierte en religión cuando apela a creencias acríticas asociadas a ser ‘una buena persona’» Guerra cultural «No deberíamos ceder terreno ante los extremistas del otro lado. Ese es su peligro»
des una fuente de ingresos casi ilimitada, pero entonces se pusieron en aprietos económicos al construir muchos edificios nuevos y expandir la administración con ‘servicios para estudiantes’. Eso provocó que retener a los estudiantes y ceder a sus deseos fuera la mayor prioridad por encima de la educación, porque estaban peleando por ese dinero y, como resultado, comprometieron su misión. El hecho de que las facultades de magisterio se dedicaran de lleno a esto a principios de los 80 y que formaran profesores que enseñarían a los estudiantes a pensar de esta manera cuando fueran a la universidad a principios de 2000 creó la tormenta perfecta».
De la universidad salen los llamados ‘wokes’, jóvenes que han despertado al activismo de la lucha social, conscientes de invisibles sistemas de dominación: el racismo blanco, la heteronormatividad... Una ideología del victimismo y del agravio. «Son entrenados por la corrupta educación que reciben para identificar las formas en que las cosas que se dicen o hacen pueden ofender a alguien, y luego se les recompensa por tomar esa ofensa en consideración y hablar de ella. Es la esencia de aquello en lo que se convierte la Teoría Crítica cuando deja de ser una filosofía altamente intelectual. El razonamiento en su lógica alternativa es que todo lo que ofende perjudica a las personas y las hace menos capaces de competir o salir adelante en el mundo (lo que a veces es cierto, pero a menudo lo contrario, ya que la lucha y el desafío también nos hacen más fuertes). Debido a que las escuelas asumieron estas ideas, además de impulsar la autoestima como una prioridad central durante varias décadas, mimando a los estudiantes cada vez que se enojaban, se ha creado una situación en la que ofenderse es una moneda muy valiosa».
Frente a quienes confían en que el mundo real cambiará a estos jóvenes, Lindsay considera que sucede lo contrario: ellos están adaptando el mundo a su visión. De los campus pasa a la sociedad, hasta convertirse en la ideología publicitaria de las grandes empresas. «El mundo empresarial quiere seguir la corriente imperante y ganar dinero. Temen las responsabilidades legales, y los activistas han persuadido hábilmente a los líderes corporativos de que hay responsabilidades en juego y riesgos asociados a su imagen pública si no siguen la pauta. También hay una audiencia muy grande que lo quiere, por lo que resulta muy lucrativo mirar a otro lado y vendérselo a la gente. Es una manera relativamente fácil para que el mundo empresarial gane mucho dinero mientras se cubre, pareciendo a la vez estar en sintonía con la corriente social ‘buena’».
Deconstrucción ideológica
Lindsay explica esta ideología con la imagen del árbol. Las raíces serían las teorías críticas y el marxismo cultural de la Escuela de Fráncfort. Desde los años 60 hasta los 80, se eleva el tronco: el posmodernismo francés, una fase de deconstrucción y escepticismo. Aunque a estos autores se les da por ‘muertos’, sus principios influyen en un posmodernismo aplicado que se desarrolla desde los años 80 hasta el 2000 en nuevas ramas teóricas: los estudios de género, la teoría crítica de la raza, la queer, las teorías poscoloniales... Ya no es solo cinismo deconstructivo, se busca incidir políticamente. No hay verdad objetiva, pero la ‘identidad’ es incuestionable y se convierte en lente para ver la realidad y actuar en ella. Con la teoría de la interseccionalidad (ser mujer, ser negra), las identidades se combinan, las opresiones se multiplican. Los principios posmodernos que permitían dudar de todo ahora se han convertido en dogmas, en La Verdad moral. Del escepticismo se ha pasado al celo activista. Llegado 2010, de esas ramas teóricas surgen frutos y hojas, el