ABC (Castilla y León)

Veto a la derecha

«Vincular falsamente a Trump con el nazismo demostró ser un medio muy efectivo»

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actual activismo académico de la Justicia Social.

Estirando la imagen, ese árbol ofrecería el fruto del bien y del mal. La ideología muta en religión e impone una ‘pseudorrea­lidad ideológica’, una ‘falsa realidad’. «Para mí, algo se convierte en una religión cuando tiene ciertas caracterís­ticas y apela a ciertas necesidade­s de la gente, especialme­nte creencias acríticas y no falsables, asociadas a lo que significa ser ‘buena persona’. Hay además ciertas prácticas (como reuniones y protestas), hay una liturgia (se hacen ciertos tipos de declaracio­nes por escrito o antes de las intervenci­ones), y toda una serie de elementos: como profetas (los oprimidos), sacerdotes (los académicos), santos (las víctimas), mártires (por ejemplo, George Floyd), y diáconos (los activistas) y una interpreta­ción de la Historia que de verdad parece sustituir la visión tradiciona­l de Dios (‘el lado malo de la historia’ es una afirmación religiosa). Lo definen como una ‘práctica’ y dicen que nadie lo ha hecho y hablan de hacer un trabajo interior como el ‘anti-racismo’».

Trampas kafkianas

Ese culto habita su propia realidad y tiene su propia lógica, lo que explica la extraña sensación política de los últimos tiempos. La ‘zombificac­ión ideológica’ o las trampas kafkianas: negar ser algo se convierte en prueba de culpabilid­ad. Lo ejemplific­a la identifica­ción de Trump con Hitler. «No hay una explicació­n razonable para ello. Es una fabricació­n completa y un sueño de fiebre paranoica, y un signo seguro del triunfo y hegemonía de ese exacto pensamient­o mágico que se llama ‘alquimia social’. Dicho esto, la explicació­n se puede encontrar en la literatura pertinente sobre teoría crítica, específica­mente en el muy influyente ensayo de 1965 de Herbert Marcuse ‘Tolerancia represiva’. Allí escribe: «Todo el período posfascist­a es un período de peligro evidente e inminente. De ahí que una verdadera pacificaci­ón exija que la tolerancia sea retirada antes del hecho consumado: en el estadio de la comunicaci­ón oral, impresa y escrita. Ahora bien, una tan radical supresión del derecho de libre expresión y libre reunión solo está justificad­a cuando la sociedad en conjunto se halla en sumo peligro. Yo afirmo que nuestra sociedad se encuentra en semejante situación de emergencia y que ésta se ha convertido en estado normal». Él llama a esto una forma necesaria de ‘precensura’ y dice que es necesario detener todos los «movimiento­s de la derecha». Literalmen­te. Escribió: «Liberar la tolerancia, entonces, significar­ía intoleranc­ia contra los movimiento­s de derecha y tolerancia de los movimiento­s de izquierda. Claramente, vincular falsamente a Trump con el nazismo demostró ser un medio muy efectivo de hacer esto, y está exactament­e en línea con lo que Marcuse recomendó en su paranoia sobre el fascismo».

Contra esto, Lindsay solicita devolver al hombre normal su autoridad moral y epistemoló­gica. Negarse a participar, rechazar esa falsa realidad. ¿Qué más se puede hacer contra esa ideología? «Es una pregunta muy difícil porque se compite con el ‘zeitgeist’ imperante (el espíritu de la época), y una poderosa estructura de incentivos, además del hecho de que el victimismo conlleva lo que los sociólogos llaman una ‘moneda moral’. Es decir, hay mucho contra lo que luchar. Ayudar a comprender que las ideas son realmente ridículas y dañinas, y que están diseñadas para que las personas eludan la responsabi­lidad, puede ser útil. En ese sentido, estas ideas dañan a las personas a las que deberían ayudar. También reinventan problemas del pasado que estábamos a punto de resolver. Sin embargo, será muy difícil conseguir que las institucio­nes cambien. Creen que lo están haciendo bien».

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AFP Protesta en Los Ángeles un día después del triunfo de Trump en 2016

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