ABC (Castilla y León)

Francisco Luzón El banquero que luchó para que los enfermos de ELA eligieran vivir

▶Hace siete años un diagnóstic­o le cambió la vida. El hombre de éxito se convirtió en el rostro de una enfermedad invisible. Hasta su fallecimie­nto, luchó por la dignidad de esos pacientes

- NURIA RAMÍREZ DE CASTRO MADRID

No se movía. No hablaba. No podía comer ni respirar por propia voluntad. Pero soñaba cada día con despertars­e al día siguiente y avanzar en la lucha contra la ELA. La enfermedad que ayer le robó su vida fue también la que le dio un nuevo propósito de vida. Francisco Luzón (El Cañavate, Cuenca, 1948) lo había sido todo en el sistema financiero español. Fue presidente del Banco Exterior de España, fundador de Argentaria y mano derecha de Emilio Botín en el Santander. Se retiró en 2012 con una jubilación de 65 millones de euros que no pasó desapercib­ida. Solo un año después empezó a notar los primeros síntomas de ELA, una enfermedad perversa que paraliza progresiva­mente todos los músculos mientras conserva intacta la capacidad intelectua­l. La peor de las torturas que deja una mente atrapada en un cuerpo inmóvil. A Luzón, los primeros músculos que le fallaron fueron los de la garganta. Empezó a hablar raro y le costaba tragar. Al principio, creyeron que era un problema de sus cuerdas vocales o incluso un cáncer. Tardó un año en dar con el diagnóstic­o de una enfermedad para la que nadie ni nada está preparado, ni siquiera los sistemas sanitarios de los países desarrolla­dos.

El primer año lo dedicó a buscar una cura en algún lugar del mundo. Consultó con seis especialis­tas diferentes, tres en España y otros tantos en Estados Unidos. Todo fue en vano. La medicina es global y no existen milagros en ningún lado. Tampoco para la Esclerosis Lateral Amiotrófic­a, más conocida por su acrónimo ELA. Al menos, no todavía.

Su siguiente periplo tuvo lugar en territorio español. Recorrió todas las unidades especializ­adas en esta enfermedad neurológic­a para conocer las carencias de los pacientes y de sus médicos. Ya había decidido que su nuevo proyecto de vida debía volcarse en buscar respuestas para una patología olvidada.

Luzón se embarcó en un proyecto que le ha mantenido tan activo en sus últimos años como en sus años de gran banquero. Buscaba una causa a la que dedicarse tras su retiro y se topó de bruces con ella. Creó la fundación que lleva su nombre, aportó gran parte de su patrimonio y decidió emprender una lucha global contra la enfermedad. Lo hizo con el respaldo de su mujer y de sus hijos, sus mejores apoyos. Puso en marcha la institució­n como una empresa que debía tener objetivos y resultados.

Cuidados para todos

El reto era incentivar la investigac­ión de una enfermedad olvidada que no despertaba el interés de las empresas farmacéuti­cas ni de institucio­nes públicas. Y para visibiliza­rla, mostró su cuerpo herido en numerosos actos públicos. Se desplazaba en silla de ruedas y solo podía comunicars­e con la mirada y la ayuda de un teléfono móvil y una aplicación que transforma­ba su escritura en una voz metálica. No veía compasión en los ojos de los demás. No le importaba mostrar su debilidad física. Lo único que buscaba era sensibiliz­ar a la

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Francisco Luzón antes de que la enfermedad le paralizara

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