ABC (Castilla y León)

El ADN más antiguo y escondido del mundo

Dientes enterrados hace más de un millón de años en el permafrost de Siberia revelan un linaje previament­e desconocid­o en la historia evolutiva de los mamuts

- JUDITH DE JORGE MADRID

Un equipo internacio­nal de investigad­ores ha logrado recuperar el ADN de los dientes molares de tres mamuts enterrados en el permafrost del noreste de Siberia, dos de los cuales vivieron hace más de un millón de años. Se trata del ADN más antiguo jamás secuenciad­o, superando en cientos de miles de años al que hasta ahora ostentaba el récord, el de un caballo de entre 560.000 y 780.000 años de antigüedad hallado en el Yukón (Canadá) en 2013. El hallazgo, dado a conocer ayer en la revista científica ‘Nature’, demuestra lo lejos en el tiempo que pueden viajar las nuevas técnicas de secuenciac­ión del genoma. Además, revela algunas sorpresas en la historia evolutiva de estos animales, incluido un linaje desconocid­o hasta ahora.

Los científico­s, dirigidos por el Centro de Paleogenét­ica en Estocolmo (Suecia), analizaron los genomas de tres mamuts de 700.000 a 1,2 millones de años a partir de unos dientes excavados por científico­s rusos en los años 70 en depósitos de permafrost, el suelo permanente­mente congelado, de diferentes zonas de Yakutia, en Siberia. Extraer el ADN resultó todo un desafío.

Para empezar, como explica a este periódico David Díez del Molino, biólogo evolutivo y uno de los autores principale­s del estudio, hacen falta billones de secuencias para recuperar una pequeña fracción y diferencia­rla de los genes contaminan­tes de bacterias, microbios, plantas e incluso humanos que hayan manipulado las muestras. Además, «al ser tan antiguo, el ADN se encuentra muy degradado y es muy escaso –señala–, lo que resulta un problema a la hora de ensamblar el genoma».

Dos especies distintas

La edad de los restos se determinó con la ayuda de datos geológicos y el reloj molecular. Los análisis mostraron dos linajes diferentes de mamuts durante el Pleistocen­o temprano. El ejemplar de 700.000 años, bautizado como ‘Chukochya’ –los tres recibieron el nombre de los ríos cercanos a donde fueron encontrado­s–, representa uno de los primeros mamuts lanudos conocidos. ‘Adycha’, de 1,1 millones de años, es un ancestro suyo, mientras que el especimen más antiguo, bautizado como ‘Krestovka’, pertenecía a un linaje genético previament­e desconocid­o que se separó de otros mamuts siberianos hace más de dos millones de años.

«Esto supuso la mayor sorpresa», reconoce Love Dalén, profesor de Genética evolutiva y también autor principal del estudio. Hasta ahora se creía que solo había una especie de mamut en Siberia en ese momento, llamado mamut de la estepa. Pero los análisis mostraron «dos linajes genéticos muy diferencia­dos, uno que correspond­e con ‘Krestovka’ y el otro con ‘Adycha’. Creemos que estos dos mamuts podrían ser especies distintas pero es pronto para estar seguros», dice Díez del Molino.

Los investigad­ores también sugieren que fueron los mamuts que pertenecie­ron al linaje de ‘Krestovka’ los que colonizaro­n América del Norte hace 1,5 millones de años. Además, los análisis muestran que el mamut colombino que habitó las praderas americanas durante la última edad de hielo era el fruto de una hibridació­n que se produjo hace unos 420.000 años. Aproximada­mente la mitad de su genoma provino del linaje de ‘Krestovka’ y la otra mitad del mamut lanudo.

Los investigad­ores compararon el genoma de ‘Adycha’ con el de mamuts lanudos de 700.000 a unos pocos miles de años, lo que les permitió conocer cómo estos animales se adaptaron a la vida en ambientes fríos. Los análisis mostraron que las variantes genéticas asociadas con la vida en el Ártico, como el crecimient­o del pelo, la termorregu­lación, los depósitos de grasa, la tolerancia al frío y los ritmos circadiano­s, ya estaban presentes en el mamut de un millón de años, mucho antes del origen del mamut lanudo. Estos resultados indican que la mayoría de las adaptacion­es en el linaje del mamut ocurrieron lenta y gradualmen­te con el tiempo.

Más atrás en el tiempo

El equipo cree que los nuevos resultados abren la puerta a una amplia gama de estudios futuros sobre otras especies. Muchas se expandiero­n por todo el mundo hace un millón de años, un período en el que también se produjeron grandes cambios en el clima y los niveles del mar, así como la última vez que los polos magnéticos de la Tierra cambiaron de lugar. Debido a esto, los investigad­ores piensan que los análisis genéticos en esta escala de tiempo tienen un gran potencial para explorar una amplia gama de cuestiones científica­s.

Pero, ¿hasta dónde podrán ir atrás en el tiempo los estudios de ADN? «Aún no hemos alcanzado el límite. Una suposición fundamenta­da sería que podríamos recuperar ADN que tiene dos millones de años, y posiblemen­te retroceder hasta 2,6 millones. Antes de eso, no había permafrost donde se pudiera haber preservado ADN antiguo», dice Anders Götherströ­m, profesor de arqueologí­a molecular en el Centro de Paleogenét­ica.

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