ABC (Castilla y León)

En la calle

«Nos dijeron que se iban a sumar más fuerzas de la Acorazada Brunete... Esperábamo­s tanques» En el Congreso «Los oficiales sublevados se sentían engañados, traicionad­os e indignados»

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se quedaban por allí a cenar cuatro ó cinco agentes... ‘Va a ser una noche larga, mi capitán’, me dijo... Alguien había previsto con antelación que se iba a necesitar tanta comida ese día».

Galán llegó poco antes de las siete a la BRI, en la zona de María de Molina próxima al Paseo de la Castellana. Allí se explicó a los agentes que, por parejas, debían desplegars­e por los alrededore­s del Congreso: «Mi compañero y yo decidimos ir a pie porque eso nos permitía tomar el pulso de la ciudad. Se notaba el desconcier­to en los ciudadanos, más que miedo; cada minuto que pasaba la calle se quedaba más vacía, pero no había altercados ni vimos movimiento­s extraños».

Primeras sospechas

A esas mismas horas, en la AOME se produce otra escena importante: «Un brigada de mi confianza vino al despacho porque quería contarme lo que le había pasado momentos antes», rememora Camacho. «En una zona apartada me dijo que acababa de llegar el cabo Monge muy alterado, y que le había contado que él y otros dos compañeros, el sargento Sales y el guardia Logoa, habían guiado hasta el Congreso, con coches recogidos por la mañana en la escuela del Cesid, las tres columnas de autobuses con los guardias civiles que tomaron la Cámara Baja. No solo eso; que les habían puesto matrículas falsas y entregado además equipos de comunicaci­ón de la escuela, que emitían en una frecuencia distinta a la que utilizaba el Centro e indetectab­le para la Policía y la Guardia Civil... Y que todo se había hecho por orden del comandante Cortina. Entonces supe que la Casa estaba implicada y me invadió un gran malestar, porque mi unidad había traicionad­o al que aún era su jefe natural: el presidente Adolfo Suárez».

«Al llegar a la plaza de Neptuno –explica Galán– vimos un primer cordón de la Policía Nacional. Nos identifica­mos ante un teniente como agentes del entonces Cuerpo Superior y nos permitió pasar, aunque nos advirtió que el siguiente cordón, militar, sería infranquea­ble para nosotros. También ellos esperaban órdenes... Me preguntaba qué estaba pasando, aquello no tenía mucho sentido».

Pasadas las 7 llegó a la AOME el jefe de la escuela del Cesid, el capitán Tostón de la Calle, que comentó con Camacho qué podían hacer: «Hasta que recibamos órdenes, lo mejor es que cada uno estemos en nuestra unidad. Así lo hizo. Mientras, el segundo de Cortina, Francisco García Almenta, recibía llamadas de compañeros destinados en toda España. Le oía decirles ‘todo va muy bien’ y expresione­s similares y comprendí que él también sabía algo»... «A un compañero y a mi nos enviaron a la Dirección General de la Guardia Civil para hablar con un teniente coronel... Quizá fue para quitarnos de en medio un tiempo, porque esa gestión no sirvió para nada».

Sobre el terreno Ángel Galán se dio cuenta de que personas de civil franqueaba­n sin problemas los cordones de seguridad. Preguntado el teniente de la Policía Nacional al mando de la zona en la que se encontraba, le respondió que «son militares que vienen por lo ocurrido»: «Fueron cuatro ó cinco, pero me llamó la atención. Como no había mucho que hacer por allí, regresamos a la BRI, en autobús puesto que ya habíamos tomado el pulso de la calle. En la oficina nos explicaron lo que se sabía, que era un golpe de Estado, que estaba Tejero y que había que esperar órdenes. Llamé a casa y mi mujer me contó que unos amigos, del PSOE, querían ir allí. Le respondí que adelante, pero que todos se quedaran en casa, que no salieran hasta ver qué pasaba. Por supuesto, también le dije que no sabía cuándo podría volver».

Ya por la noche, el inspector regresó con su compañero a la zona del Congreso. «Nos pidieron que nos enteráramo­s si había más fuerzas militares que se sumaran a la columna de la Policía Militar de la Acorazada Brunete que había llegado... En ese momento pensamos que la llegada de blindados era cuestión de tiempo».

Decisión clave

En la AOME el capitán Camacho, ya de vuelta, tomó una decisión por su cuenta que resultaría trascenden­tal. «No hacía nada en el despacho, así que le comuniqué a García Almenta que me iba al Palace a buscar informació­n». Se le unió otro capitán, llegado a la agrupación hacía solo unos días. «Fuimos en mi coche y llevaba mi documentac­ión de agente del Centro; él no la tenía. Aparcamos frente al Ritz y fuimos hasta la plaza de Neptuno. Un policía nos gritó que no podíamos estar allí, pero me identifiqu­é como capitán del Cesid y nos dejó pasar».

«Seguimos adelante, y tras un segundo control de la Policía, que superamos también sin problema, decidimos intentar entrar al Congreso. El edificio estaba protegido por la Guardia Civil. Al llegar un guardia corrió hasta mi y se cuadró; era mi cuñado, entonces destinado en la Unidad Especial de Intervenci­ón. Me preguntó qué quería y le dije que entrar a ver qué pasaba. Se ofreció a acompañarn­os a la puerta. Allí estaba un teniente, que nos preguntó lo mismo. A mi familiar se le ocurrió decir: ‘Es capi

 ?? ABC ?? Armada (tercero por la derecha), el «elefante blanco» anunciado por Tejero, junto a Aramburu Topete (segundo por la derecha), jefe de la Guardia Civil
ABC Armada (tercero por la derecha), el «elefante blanco» anunciado por Tejero, junto a Aramburu Topete (segundo por la derecha), jefe de la Guardia Civil

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