MCCONNELL VERSUS TRUMP La guerra civil de los republicanos
▶ El senador le culpó del asalto al Capitolio y apoyó un segundo ‘impeachment’ Nikki Haley o la inexistencia de la tercera vía
El de Donald Trump y Mitch McConnell fue un matrimonio de conveniencia. Como buena parte del partido republicano, McConnell, líder veterano de los conservadores en el Senado, siguió el ascenso de Trump hacia el poder en la campaña de 2016 con desagrado, asombro, resignación y, finalmente, adhesión. El senador por Kentucky, un zorro de la política, no se opuso a la fuerza del movimiento populista desatado por Trump, sino que la encauzó hacia sus objetivos: colocar jueces conservadores en el Tribunal Supremo y en instancias inferiores e impulsar políticas como los recortes de impuestos. Para el presidente, McConnell es esa elite política que desprecia. Pero, como líder de la mayoría republicana en la cámara alta, lo necesitaba para poner en marcha su agenda en el Congreso.
Lo natural de los matrimonios de conveniencia es que cuando acabe la conveniencia acabe el matrimonio. Y este lo ha hecho en forma de divorcio malencarado, con el futuro del Partido Republicano en juego. La relación se torció, claro, cuando Trump perdió las elecciones del pasado 3 de noviembre. Y se acabó de estropear con la cruzada del multimillonario neoyorquino sobre la existencia –infundada– de un fraude electoral masivo que propició su derrota. Más que la erosión democrática que suponía el intento de dar la vuelta al resultado de las urnas, a McConnell le importó que la testarudez de Trump propició la derrota republicana en las dos elecciones para los escaños por Georgia que se ponían en juego a comienzos de enero. Con ellos se evaporó la mayoría republicana en el Senado. Y con ella, el mando de McConnell en la cámara alta.
El asalto violento al Capitolio por parte de una turba de seguidores de Trump, alentado por el propio presidente, acabó por romper la relación. Aquel día quedó claro que el Partido Republicano podría quedar dividido. McConnell responsabilizó a Trump de los hechos y se mostró partidario de un segundo ‘impeachment’.
Lo que ha ocurrido desde entonces son los primeros pasos de un choque de fuerzas que determinará quién controlará el partido y qué poder mantendrán los republicanos. Por un lado,
Nikki Haley, que fue gobernadora de Carolina del Sur y embajadora ante la ONU de la Administración Trump, había conseguido algo poco habitual: salir del gobierno de Donald Trump sin escándalo y con crédito entre la base ‘trumpista’.
Esa salida airosa la convertía en una de las favoritas para las presidenciales de 2024. Hasta el asalto violento al Capitolio del pasado 6 de enero, alentado por Trump y que puso a los republicanos contra la pared
Haley, que se lo perdonó todo a Trump, le dio la espalda hace unos días en una entrevista publicada en ‘Politico’. Condenó con dureza la actuación de Trump en el asalto. «No deberíamos haberle escuchado y no podemos dejar que eso ocurra otra vez», dijo. Sus declaraciones causaron escándalo entre la base de Trump, que sigue siendo la figura que domina al partido. Haley trató de dar marcha atrás con una tribuna en ‘The Wall Street Journal’ en la que defendía que se puede celebrar los éxitos de Trump y criticar sus errores. El primero que no lo cree así es Trump. Haley quiso visitarle en Florida esta semana y el expresidente se negó. Con Trump solo hay una vía: la lealtad total.
N. HALEY
Trump ha demostrado que su sombra es alargada. Las encuestas le muestran como el líder más valorado por el electorado republicano, la mayoría le ha comprado la mercancía del robo electoral y sería el favorito rotundo para unas hipotéticas primarias para la Presidencia en 2024.
Prioridades
Las prioridades de McConnell son más a corto plazo: que los republicanos, y él mismo, recuperen poder en las elecciones legislativas del año que viene. Su objetivo principal es mantener la unidad del partido. Es evidente que cualquier escisión –Trump se ha planteado la creación de un Partido de la Libertad y el sector moderado también ha barajado su propia formación– sería un regalo para los demócratas. McConnell necesita mantener la energía del electorado de Trump, pero sin los elementos radicales que han surgido al abrigo del expresidente, como la polémica Marjorie Taylor Greene, la diputada por Geor