ABC (Castilla y León)

EL RECUADRO

Cuando se cumpla el cincuenten­ario del 23-F, apenas quedarán protagonis­tas

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EL tiempo, que todo lo cura pero también todo lo emponzoña, me ha fastidiado este artículo, que me iba a salir bien lindo. Iba a hacer una comparació­n entre el 23-F y el atentado terrorista de Al Qaida contra las Torres Gemelas. Queriendo señalar con ello que hay sucesos y hechos de la historia reciente tan importante­s que todos recordamos perfectame­nte el lugar donde estábamos, con quién, qué hacíamos, cuándo nos enteramos de la noticia. No quería remontarme a algo ya tan lejano como el asesinato de Kennedy en Dallas, pero sí iba a comparar el 23-F con las Torres Gemelas. Y preguntar al lector si recordaba, que lo haría con toda seguridad, dónde estaba y qué hacía cuando se enteró de que los yihadistas habían estrellado dos aviones llenos de pasajeros contra las Torres Gemelas. Del mismo modo iba a preguntar:

–¿Dónde se enteró usted a las 18.23 del 23 de febrero de 1981 que Tejero y un grupo de guardias civiles habían asaltado el Congreso de los Diputados y tomado el edificio?

Eso iba a preguntar. Pero caí en la cuenta de que gran parte de las respuestas serían de este tenor:

—¿Al 23-F se refiere? Cuando el 23-F, yo no había nacido.

Esa misma respuesta nos la daría ahora gran parte de la población española. Si según el tango ‘veinte años no es nada’, imagínense cuarenta. Los más jóvenes tienen una remota idea, si es que la tienen, de cómo la democracia surgida de la Constituci­ón de 1978 y de su restauraci­ón de la Monarquía Parlamenta­ria estuvieron a pique de un repique de poner la moviola al revés y volver a la dictadura. Muchos ni saben que Don Juan Carlos, ese Rey al que ahora convierten en el pim-pam-pum de todas las acusacione­s contra su persona y, de paso, contra la Monarquía que quieren derribar, fue quien detuvo, sin derramar una sola gota de sangre, aquel golpe de Estado, comparable, ‘mutatis mutandis’, al de los separatist­as catalanes el 1-O.

Ay, el tiempo... Si de los que pueden recordar aquellas horas cruciales en la Historia de España quedamos ya tan pocos al cabo de estos cuarenta años, nada digo entre sus protagonis­tas. Empezando por Gutiérrez Mellado o Adolfo Suárez, los dos que permanecie­ron en la dignidad de su asiento cuando los asaltantes gritaron: «¡Todos al suelo!». Y, hasta las mismísimas trancas ante los disparos que aún son la curiosidad de la visita al Congreso el Día de la Constituci­ón, obedeciero­n como colegiales los que habían tomado como rehenes. Ya casi nadie sabe quién fue Gutiérrez Mellado. Han pasado cuarenta años y no lo tenemos en cuenta, y nos creemos que, como los ya puretones, todos recordamos perfectame­nte aquella tarde aciaga y el suspiro de ver al Rey por Televisión Española dar el mensaje que puso punto final a la peligrosa aventura. A este paso, ley de vida, cuando se cumpla el cincuenten­ario del 23F, apenas quedarán protagonis­tas ni quien recuerde qué hacía cuando se enteró. Como los de la guerra de Cuba. Eso es lo que aprovechan muchos para destruir el Estado que con tanta angustia se salvó aquel día. Estos sí que están y se les espera lo peor.

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Fe de ratas
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