ABC (Castilla y León)

Se empiezan a añorar tiempos más libres que el presente

-

POCOS artistas del éxito de Springstee­n, que ha despachado 150 millones de discos y hasta luce el apodo de ‘El jefe’. Legiones de admiradore­s lo siguen con el fervor de un culto y entran en éxtasis en sus conciertos de tres horas, casi una prueba deportiva. A mi también me gusta (para un ratito) y me cae bien. Aunque no lo colocaría en mi podio. Es un intérprete magnífico, intenso y que se deja los intestinos en cada corchea, pero componiend­o... Para entenderno­s, si Bob Dylan fuese Marlon Brando; Bruce sería Errol Flynn. Le falta la oreja poética y metafórica del judío errante (él mismo tuvo la grandeza de reconocerl­o: «Bob es un poeta, yo soy un tipo que trabaja duro»). Mi Springstee­n favorito es el de finales de los setenta, de patillas de hacha y veta rocker. Luego se puso a hacer pesas, se caló una bandana, le cortó las mangas a las camisetas y se convirtió en The Boss, volcán de testostero­na que vendió 30 millones de copias de ‘Born in the USA’ (1984). Hoy continúa haciendo discos correctos, aunque hace tiempo que no acierta, y es un personaje casi ecuménico, respetado por todos. Se ha convertido además en activista demócrata, a veces con iniciativa­s un poco pelmazas, como el podcast que acaba de grabar con San Obama en Spotify, donde dos opulentos plutócrata­s nos sermonean haciéndose llamar ‘Los Renegados’. Pero quien haya leído su autobiogra­fía de 2016 no podrá dejar de simpatizar con él. Con rara y valiente sinceridad, destapaba allí sus traumas infantiles (tenía que buscar por los bares a su padre, un tipo inestable que le amargó la infancia), y revelaba su propia lucha con la depresión aguda.

Paradójica­mente, el autor de ‘Nacido para correr’ se ha quedado quieto. Continúa viviendo muy cerca de la ciudad costera de New Jersey donde se crío con su familia, de ancestros italianos, holandeses e irlandeses. Eso sí: en un rancho que se ha ganado con su talento y esfuerzo. El 14 de noviembre, se subió a su moto Triumph para darse un garbeo y acabó en la larguísima playa de Sandy Hook, parte de un parque nacional. Se trata de una singular península atlántica, una reserva natural situada a solo 16 kilómetros de su domicilio. Bruce, de 71 años, sacó una botella de tequila y viendo las olas otoñales se tomó ‘dos pequeños chupitos’, según su declaració­n. Pero desde el pasado verano está prohibido consumir alcohol en ese paraje. Uno de los rangers que vigilan el parque lo sorprendió y se lo llevó al cuartelill­o. En la prueba de alcoholemi­a dio 0,02% en sangre, muy por debajo del límite del Estado, de 0,08%. Pero esta semana ha sido juzgado y condenado a una multa de 540 dólares.

Me alegro de haber sido joven en los ochenta, tiempo bastante más libre que el presente. Hoy nos cerca una pastueña corrección política, se constriñe el libre debate académico y el Estado se inmiscuye hasta en nuestra piltra. No tengo fuelle para el tequila. Pero me soplaré una birra en alguna playa salvaje gallega, levantando la lata cara a Jersey en homenaje al Boss y sus chupitos.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain