Virunga, el paraíso congolés más bello y peligroso del planeta
▶ El embajador italiano fue asesinado cerca del Parque, hogar de los gorilas de montaña Minas y grupos armados al este de RDC
Hay lugares donde la exuberancia del paisaje parece un presagio de la exageración de su Historia. En el corazón de África, la República Democrática del Congo (RDC), el territorio colonizado por orden del rey Leopoldo II de Bélgica a partir de 1870, masacrado por su voluntad y luego sometido a décadas de violencia, guerras y saqueos, desde su independencia en junio de 1960, volvió a los titulares del mundo esta semana. Durante una emboscada, el embajador de Italia en el país, Luca Attanasio, de 43 años, marido y padre de tres niños, fue asesinado, junto a un carabinero y un conductor congoleño, en un convoy del Programa Mundial de Alimentos. Poco después, Kinsasa acusó a una guerrilla, las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda (FDLR), que operan cerca de la ciudad de Goma, en la provincia oriental de Kivu del Norte, de ser las culpables de los hechos. Aunque el grupo armado lo negó más tarde, lo cierto es que el asalto sirvió para recordar la violencia de una región que no conoce la paz desde 1996.
Un breve recorrido por el mapa desvela la oscuridad del suceso. La región oriental de la RDC está formada por tres provincias, Ituri, Kivu del Norte y Kivu del Sur, que delimitan con Uganda, Ruanda y Burundi. En Kivu del Norte, se sitúa el Parque nacional Virunga, hogar de los gorilas de montaña, unos hermosos animales con la espalda plateada y en peligro de extinción. Con frecuencia, los guardias de la reserva son asaltados, muriendo en choques contra las milicias de la zona. «Más de la mitad de la población de gorilas de montaña que queda en el mundo se encuentra en ese lugar», lamenta Juan Carlos Serio Silva (México, 1966), primatólogo e investigador del Instituto de Ecología AC de Xalapa. «El Parque está sometido a presiones de todo tipo, sobre todo políticas y por el tráfico ilegal de fauna».
Genocidio y guerras
Las tensiones comenzaron en el verano de 1994, cuando miles de hutus, algunos culpables del genocidio que había acabado con la vida de más de 800.000 personas, huyeron de Ruanda ante el avance del Frente Patriótico Ruandés (FPR), el grupo armado tutsi liderado por Paul Kagame. Gracias a la ayuda militar francesa, cruzaron la frontera con la RDC y se instalaron al este del país, entonces llamado Zaire y liderado por el temible dictador Mobutu
Sese Seko. Un éxodo masivo que terminó de desestabilizar la región, acentuando las tensiones étnicas.
«Para entender la situación actual, hay que remontarse a 1996, con el inicio de la primera guerra del Congo», explica el historiador africanista Omer Freixa (Israel, 1980). Durante esa contienda, en la que se masacró a los hutus refugiados en el Zaire y se reclutó a niños soldado, Ruanda y Uganda apoyaron a Laurent Kabila, un opositor congoleño que se puso al frente de la Alianza de Fuerzas Democráticas para la Liberación (AFDL). En mayo de 1997, el grupo tomó Kinsasa, acabando con el régimen de Mobutu.
Ya instalado en el poder, Kabila decidió expulsar a sus aliados ruandeses y ugandeses del país, dando pie al inicio de la segunda guerra del Congo. Más preocupados por el pillaje de las materias primas que por las convicciones de un enfrentamiento en el que no hubo causas justas, el país quedó a expensas de una miríada de grupos armados, que se dedicó a explotar sus recursos. «Los asesinos se convertían en empresarios; los asesinos, en comerciantes», resume el periodista David van Reybrouck en su obra ‘Congo’ (Taurus, 2019).
Aunque oficialmente acabó en julio de 2003, con la firma de los acuerdos de paz de Pretoria, el conflicto del Congo ha continuado derramando sangre, como una herida abierta. «Todos los días