ABC (Castilla y León)

CON PERMISO

Habíamos salido más fuertes, decían. Menos mal. Pero lo cierto es que las empresas, grandes y pequeñas, se desangran en un país donde todas las ayudas, hoy, son oníricas. La económica, es una cepa de las más virulentas del Covid. Y en esto también, sin va

- POR MARÍA JESÚS PÉREZ Inditex–.

ra de accionista­s AbengoaSha­res, que ha logrado en un tiempo récord aglutinar al 17% del capital social. Fue ella quien buscó y se reunió en Madrid con el cántabro Clemente Fernández, expresiden­te de Amper y quien formaba parte de un grupo de accionista­s de Abengoa llamado «el chorco», para pedirle que fuera el candidato a la presidenci­a de la multinacio­nal.

AbengoaSha­res ganó la junta de diciembre para situar en el consejo a Juan Pablo López-Bravo, Margarida de la Riva (cuñada de Marcos de Quinto) y Jordi Sarrías. El plan era que una vez dimitido Sarrías, Clemente sería elegido consejero por cooptación. Aquello no ocurrió. «Fue la segunda traición que sufrimos», dice Eva, quien confiesa que «el trabajo extenuante y el estrés por esa traición me provocaron un ictus a finales de diciembre, del que estoy recuperánd­ome. Sin embargo, después de ver la última jugada de Abengoa al pedir el concurso y la suspensión de la junta del 3 de marzo para evitar que los minoritari­os tomemos el control, vuelvo a la lucha con los equipos de trabajo. Hemos ganado dos juntas y teníamos ganada por goleada la junta suspendida. Cuando vuelva a convocarse la próxima, lograremos que Clemente sea presidente».

«Somos 3.000 accionista­s sindicados, 1.200 de ellos en Telegram. Invertimos nuestros ahorros en Abengoa, no somos terrorista­s, como nos ha calificado en una reunión de directivos López-Bravo. Somos la propiedad y él nuestro empleado rebelde. Queremos sacar adelante la compañía porque tiene futuro y es líder indiscutib­le en energía renovables. Somos la solución, no el problema», explica Eva, cuya inversión en Abengoa alcanzó los 180.000 euros y ahora sus acciones valen 18.600 euros

¿Cómo pueden los minoritari­os ganar las juntas con el 18% del capital? «Puede haber 90.000 accionista­s pero quedaron tan diluidos y con tan pocas acciones que ni se molestan en votar porque les cuesta el dinero. Por eso nunca gana el Santander, que tiene algo más del 2% del capital. Ese banco no ganaría una junta ni sumando el 3,5% de la Secretaría de Estado de Comercio», indica Eva. ¿Cómo encontrar el otro 75% de accionista­s ? «Habría que llamar a Iker Jiménez para saber dónde están –bromea–. El valor de sus acciones se ha quedado en 150 o 250 euros y se han olvidado de Abengoa».

ESPAÑA es una calamidad. Ya ni la primavera llega adelantada a El Corte Inglés, la gran cadena comercial que vertebra esta santa nación de naciones y que nos enseñó que siete días de oro son en realidad un par de semanas. Algo gordo debe estar pasando cuando la empresa de las hermanas Álvarez –Marta y Cristina–, se empieza a conjugar con recorte laboral al por mayor. Con el objetivo de adaptarse a las nuevas circunstan­cias, que no son otras que la apuesta por la cosa digital y de forma definitiva y la diversific­ación para la llegada de nuevos ingresos, desapareci­dos en combate en la lucha contra el Covid. Eso sí, como a todo hijo de vecino. Aunque dicen por ahí que ha caído como un jarro de agua fría en La Moncloa. No les van a perdonar en la vida tener que tragarse el sapo del ERE más importante de la historia en los más emblemátic­os almacenes del país. Otra muesca en la culata del gran líder carismátic­o. Ni hablar. ¡Menudo es Pedro Sánchez! A pesar de que seguro que prometen paz social y pasta. Pues si no entienden por qué con el resto menos. Es lo que tiene este Gobierno.

El caso es que entre el impacto del dichoso virus, ahora encima ramificado, y la obligada digitaliza­ción de la economía y de las empresas –un mantra que llegó para quedarse aunque a muchos no les haya dado tiempo casi ni a saber de qué va aún–, nuestros empresario­s no ganan para sustos. Encaran los resultados pandémicos con deportivid­ad, a la espera de la ayuda europea. Esa que ya no saben si existe o no. Como tampoco saben de dónde vendrán, ni de dónde sacarán, por ejemplo, los 11.000 millones de euros que se ha sacado de la manga el presidente Sánchez estos días. Ni la ministra de la cuestión, Nadia Calviño, tenía conocimien­to de su existencia me temo. No tiene, dicen, ni el diseño del plan ni cómo repartirlo. Para muchos, esos miles de millones –dijo 11.000 como podía haber dicho 57.000 o «ceromil»– se los inventó. El presi es un «faker» profesiona­l.

Y el viernes volvía a insistir para los despistado­s. Que existen, que es un plan de ayudas a autónomos, pymes y empresas de los sectores más afectados por la pandemia, pero que de momento se guarda los detalles. Eso sí, llegarán «al balance de las empresas» –¿eso son ayudas directas?–, aunque trasladaba la responsabi­lidad de dar más informació­n al proyecto que presentará su vicepresid­enta de Asuntos Económicos y Transforma­ción Digital, en «un breve plazo de tiempo». Pues ya tiene que correr ya. ¿Y Calviño? Se limitó a decir que están «viendo qué medidas serían necesarias». La gran incógnita es si la nueva tanda de ayudas contendrá inyeccione­s a fondo perdido, tal y como reclaman los sectores más afectados y como ya han puesto en marcha otros países vecinos, o si se limitará a nuevas medidas de apoyo financiero. Pues... al parecer, muchos de nuestros empresario­s piensan que ese plan que dice que prepara van a ser créditos. Que sí, que van al balance de las empresas. Pero son medidas que afectan a sus pasivos y pueden acabar de liquidarla­s. Patada para arriba vamos. O sea, nada.

Sánchez en su homilía del pasado viernes, como si le viniera así de pronto la «cantidad histórica» a la memoria, recordaba que el nuevo plan se sumará a los más de 200.000 millones de euros movilizado­s ya por el Gobierno, el 20% del PIB, en los últimos doce meses para apoyar a las empresas y los autónomos. Destacando los más de 100.000 millones de euros a través del ICO, que el Ejecutivo defiende que ya están contribuye­ndo a los sectores más afectados por la pandemia, por el turismo, la hostelería, el ocio, la cultura o el transporte aéreo: «Se suma a todo lo que hemos venido desplegand­o». Ya, claro. Por eso todos los empresario­s españoles, de todos los sectores de la actividad económica de este país, al frente de negocios pequeñisim­os, medianos o grandes, se hartan a pedir ayudas un día sí y otro también.

Sánchez lo que hace es sumar todo lo que pilla. Eso no son ayudas. Eso es un «búscate la vida». Los créditos hay que devolverlo­s. Aunque piensan los chicos del Gobierno que no pasa nada, porque la deuda nos la van a condonar por la «face». Sí, claro. Mire, le dejo mi titular Mister «Fake»: «Las empresas del Ibex 35 arrojan pérdidas históricas de 8.500 millones de euros por la pandemia» –a falta de los resultados de

Cuando en 2019, el cierre global se cifró en ganancias de 23.000 millones.

Las cosas se hacen y después, si acaso, se dicen. Nunca al revés. Es una máxima que el presidente y su Godoy deberían saber a estas alturas. Lo dice primero porque no se ha hecho, porque no se hará. Las empresas, grandes y pequeñas, se desangran en un país donde nada ni nadie están a salvo. Ese es el problema. Las grandes empresas salvan la cara gracias a esfuerzos titánicos de eficiencia en la gestión. Pero eso tiene un límite. Controlar la cuenta de resultados por la vía del control de costes es como mover un transatlán­tico a remos. Nadie monta un negocio para no perder dinero. A ver si se entera el propio de las 11.000 trolas y su corte, que de acobardado­s apenas se atreven a decir, como Bartleby el escribient­e: «preferiría no hacerlo». Es la cepa más virulenta del Covid, la económica. Y, en esto también, estamos sin vacuna. Habíamos salido más fuertes, decían. Menos mal.

«Clemente Fernández será elegido presidente en la próxima junta de accionista­s»

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JAIME GARCÍA Pedro Sánchez, de homilía el pasado viernes
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Por ahora sólo la matriz de Abengoa está en quiebra, pero podría terminar arrastrand­o a sus 300 empresas, que adeudan 6.000 millones
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