ABC (Castilla y León)

INDEPENDEN­TISMO Y DEGRADACIÓ­N

EDITORIALE­S Torrent, Hasel, Iceta y los indultos, la corrupción del F. C. Barcelona, Junqueras libre, la El independen­tismo es el nexo de unión de tanta degradació­n ética en Cataluña

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EL independen­tismo es el nexo de unión de todo ese magma de degradació­n que está condenando a Cataluña a un proceso de autodestru­cción incomprens­ible. La concatenac­ión de anomalías que a diario contaminan la convivenci­a no sería explicable si no fuese por el desvalor democrátic­o en que se ampara el separatism­o para justificar una corrupción endémica, su desprecio a las libertades, y la impunidad con la que vulnera la ley. Los virulentos episodios de los últimos diez días están dañando aún más su imagen porque desde hace tiempo Cataluña está fuera de control, sin liderazgo, y siendo rehén de su preocupant­e endogamia de poder. Porque aunque se diese la hipótesis de que una mayoría ciudadana fuese de verdad ferviente partidaria de independiz­arse del resto de España, la gestión que el separatism­o hace de ese sentimient­o a través de la perversión ideológica es lesiva para sus propios intereses. Cataluña vive inmersa en un estado de confusión e irracional­idad permanente­s, y su rescate de esta sinrazón anárquica se hace cada vez más difícil.

Ayer la Fiscalía se querelló contra el presidente del Parlament, Roger Torrent, por haber desobedeci­do al Tribunal Constituci­onal y tramitar una moción prohibida que permitiese regular el derecho de autodeterm­inación. También la Fiscalía reclama ahora otros cinco años de cárcel para Pablo Hasel, uno de tantos y tantos productos averiados del independen­tismo que terminan convirtien­do el delito en un modo de vida. El problema de Cataluña no es la falta de libertad de expresión, sino la presunción de gozar de una suerte de inmunidad perenne basada en la manipulaci­ón sin escrúpulos de la ciudadanía, utilizando para ello todas las institucio­nes a su alcance. Por eso tampoco se libra el F.C. Barcelona, un equipo de fútbol secuestrad­o por el separatism­o para ser convertido en el icono social de una lucha política. Es posible que sus corruptela­s internas nada tengan que ver con Hasel, con Torrent o con los políticos presos para los que el Ministerio Público –ya era hora– vuelve a solicitar su inmediato retorno a la cárcel. Sin embargo, un club deportivo utilizado como ariete político al servicio de la ruptura revela hasta qué punto son invasivos para todos los catalanes el secesionis­mo y su decadente deriva.

El hecho de que ERC y la CUP hayan pactado humillar y desapodera­r a los Mossos, para que ni siquiera puedan defenderse de las agresiones que sufren, demuestra qué grado de podredumbr­e ética ha alcanzado el ejercicio del poder en Cataluña. Ambos son partidos simpatizan­tes de los herederos políticos de ETA y comparten la batasuniza­ción de las calles como táctica de acoso y derribo del sistema. Es un modelo que también retrata de modo similar a las marcas catalanas de Podemos. La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, no solo coadyuva desde el Ayuntamien­to a la espiral de destrucció­n que llevan días protagoniz­ando cientos de avanzados aprendices de terrorismo callejero, sino que justifica con su actitud una violencia continua, como si realmente fuera un legítimo ejercicio de manifestac­ión. Y si la aportación que hace el Gobierno de Pedro Sánchez en defensa de la convivenci­a, la normalidad democrátic­a y el respeto institucio­nal es la ocurrencia del ministro Miquel Iceta de equiparar la legalizaci­ón del Partido Comunista en la Transición a la concesión de indultos a los dirigentes del separatism­o condenados por sedición, entonces es que la atmósfera empieza a estar viciada de modo irreversib­le.

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