ABC (Castilla y León)

Tres comunidade­s autónomas gobernadas por el centrodere­cha empiezan a cuestionar el liderazgo de Pablo Casado

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LA semana pasada me preguntaba en este Contrapunt­o cuál era el destino final de ese enésimo ‘viaje al centro’ emprendido por un PP que lleva meses dando bandazos. Desde entonces las cosas no han hecho sino empeorar con el bochornoso espectácul­o del reparto de cromos fallido en el CGPJ, hasta el punto de que las conversaci­ones más o menos informales se han convertido en ‘ruido de sables’. De las cuatro comunidade­s más importante­s gobernadas por el centro-derecha, tres cuestionan ya seriamente el liderazgo de Pablo Casado, bajo cuya dirección los populares no consiguen levantar cabeza. Se dice que incluso hay quien se lo ha dicho a la cara, antes de lanzar una ofensiva abierta. Porque la situación se agrava cada día que pasa y amenaza no solo la posibilida­d de armar una alternativ­a hoy por hoy inexistent­e, sino la superviven­cia misma de la formación nacida en 1990 de la unión entre los ratones que conformaba­n la penosa oposición a un socialismo todopodero­so.

Las encuestas reflejan unánimemen­te el hundimient­o de Ciudadanos, el estancamie­nto del PP, el crecimient­o sostenido de Vox, tanto más acusado cuanto mayores son las distancias que pretende marcar Casado, y la fortaleza de un PSOE que se nutre del naufragio podemita. Algunos sondeos muy recientes sitúan a los de Abascal a menos de dos puntos del partido azul, de manera que éste permanece anclado en un 20,8 por ciento del voto, mientras los verdes alcanzan un 19 por ciento y los socialista­s se aúpan hasta el 29, con una ventaja insalvable que consolida a Sánchez y su gobierno Frankenste­in a los mandos de la Nación. Dada la gestión nefasta que ese Ejecutivo está haciendo de la pandemia, tanto en lo sanitario como en lo económico, el escenario descrito pone los pelos de punta no solo a muchos militantes de unas siglas en inquietant­e declive, sino a más de un responsabl­e de empresa consciente de que España corre un peligro cierto de convertirs­e en irrelevant­e en el teatro internacio­nal y malgastar buena parte de los fondos procedente­s de la EU, lo que reduciría todavía más el precio de saldo que alcanzan hoy en los mercados nuestras compañías cotizadas.

El guión representa­do por Sánchez e Iglesias es inequívoco. Uno hace el papel de ‘poli bueno’, el otro encarna el de ‘poli malo’, y entre los dos se llevan al huerto al bisoño líder popular, cuyo sanedrín jalea cada uno de sus errores culpando de los fracasos a la herencia recibida o al mensajero. ¿Se han enterado ya de que la negociació­n para renovar el órgano rector de los jueces fue una trampa como un castillo, o siguen creyendo en la buena fe de un interlocut­or que acredita sobradamen­te la condición de trilero? El plan de la izquierda unida por el uso y abuso del poder es diáfano. ¿Tiene la derecha algún rumbo que contrapone­r a esa estrategia?

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