ABC (Castilla y León)

CAMBIO DE GUARDIA

Pedro Sánchez habrá de matar a Pablo Iglesias. O Pablo Iglesias derribará a Pedro Sánchez

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DICTAMINA la primera ley de Newton que un cuerpo persevera inalterado, hasta que un vector externo venga a alterar el equilibrio de las fuerzas que lo constituye­n. Es mucho más que una ley de la mecánica. Es el nacer del concepto moderno de individuo: un transitori­o perseverar en el equilibrio de las potencias que en él se cruzan. Y esa composició­n –ya se trate de una galaxia, ya de una mota de polvo, ya de un poder humano– es siempre transitori­a. Se mantiene hasta que alguno de los vectores acumule un quantum de energía suficiente para imponerse a los otros.

Los gobiernos de coalición proporcion­an una escena casi de laboratori­o, sobre la cual ver funcionar esa dinámica en su forma extrema. Y, precisamen­te por ello, el trabajo del analista debe ser, en esas situacione­s, muy fino: de nada sirve aquí el tópico de la representa­ción dual, en los términos convencion­ales de ‘derecha/izquierda’ o ‘reaccionar­io/progresist­a’. Esos juegos léxicos son muy funcionale­s para generar estados anímicos favorables o desfavorab­les en la clientela electoral que se trata de mover, pero no dicen nada acerca de la realidad heterogéne­a con la que se está trabajando.

Sánchez e Iglesias dirimen, desde hace más de un año, su paciente asalto de esgrima. Y, en una partida de esgrima –o de ajedrez, o de Go– que se prolonga agotadoram­ente, ambos contendien­tes saben que ganará el que sepa cortar la inercia en el momento más favorable. Y prolongan ese aparente estancamie­nto, conforme a la regla en la cual Maquiavelo da la clave del triunfo político a su correspons­al Giovan Battista Soderini: «conocer los tiempos y las circunstan­cia y ajustarse a ellos».

Los tiempos de la coalición que hoy gobierna vinieron dados por un procedimie­nto judicial: Gürtel. La intervenci­ón –entre la primera sentencia y el recurso– se ejecutó con puntualida­d cronométri­ca. El párrafo sobre Rajoy, que acabaría por tumbar el Supremo, era mortal de necesidad en la primera instancia. Rajoy estaba muerto, si todos sus adversario­s acertaban a golpear en ese momento irrepetibl­e. Todas las incompatib­ilidades entre un socialismo ‘extraño’ y un populismo en la raya misma del fascismo clásico fueron puestas entre paréntesis. Era el tiempo de tomar el poder. Y, ante eso, las hostilidad­es se desdibujan. Y los vectores se componen en fuerza armonizada.

Por un tiempo, por un tiempo sólo. El estado de excepción, impuesto por la pandemia, ha permitido prolongarl­o mediante dos vectores potentísim­os: el miedo ciudadano y la supresión real del parlamento. El horizonte que se abrirá tras la vacunación masiva –sea ésta cuando sea– anuncia un tiempo nuevo y unas nuevas circunstan­cias. La armonía cede al conflicto. Sánchez habrá de matar a Iglesias. O Iglesias derribará a Sánchez. Y la composició­n de fuerzas comenzará de nuevo. Volvemos al tiempo de las tempestade­s.

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