Enemigos íntimos
La detención del expresidente del Barçá y de su equipo de confianza abre un nuevo episodio en el proceso autodestructivo del club catalán
«Lamentamos estos hechos, que perjudican a la imagen y reputación del club», se queja Laporta. «Demasiada gente queriendo hacer daño al Barça», apunta Toni Freixa, otro de los candidatos a suceder a Bartomeu en el palco de un estadio cuyas gradas vacías no impiden que continúe en taquilla la venta y reventa de abonos de victimismo. Hay tanta gente queriendo hacer daño al club –son palabras del presidenciable Freixa– que los Mossos detuvieron ayer sin disparar una sola pelota de foam a quien desde dentro del Camp Nou, con fondos del propio equipo y a través de una agencia externa organizó –es un suponer; secreto sumarial– una campaña de descrédito que de Messi a Guardiola, pasando por Xavi o Piqué, no dejó títere con cabeza. Es el Barça el que desde hace ya muchos años se hace falta, el que se autolesiona y el que busca con insistencia la segunda tarjeta amarilla. Más que un club, espejo y también reflejo de una Cataluña cuya bandera lleva en su camiseta, el Barcelona es la mejor representación, ni siquiera faltan los Mossos d’Esquadra, oportunamente desarmados, del proceso autodestructivo planificado y ejecutado por la clase dirigente de una comunidad autónoma que mientras se disputa el partido juega otra liga. Hay tanta gente queriendo hacer daño al club, palabra de Freixas, como políticos regionales queriendo hacer daño a Cataluña.