ABC (Castilla y León)

La Guardia Civil perfiló al asesino de Manuela Chavero un año antes

▶ Español, conocido suyo, de Monesterio, vecino y con un móvil sentimenta­l o sexual

- CRUZ MORCILLO MADRID

«Hombre, español, conocido de Manuela, vinculado al pueblo de Monesterio y que podría vivir cerca del domicilio de la víctima. Lo más probable es que actuase en solitario, empleando un arma blanca o su fuerza/cuerpo, estando la motivación criminal relacionad­a con un contexto sentimenta­l o sexual». Es el perfil que elaboró la Sección de Análisis del Comportami­ento Delictivo (SACD) de la Guardia Civil de la persona que estaba detrás de la desaparici­ón de Manuela Chavero, ocurrida en Monesterio (Badajoz) el 5 de julio de 2016.

El informe, al que ha tenido acceso ABC, lleva fecha de 12 de septiembre de 2019. Un año y cinco días después la UCO detenía a Eugenio Delgado, un vecino de la víctima, por la desaparici­ón y muerte de la mujer, de 42 años, a la que enterró en una finca de su propiedad. Tal y como habían plasmado los perfilador­es, Delgado vivía a solo unos metros de Chavero, se conocían, actuó en solitario y el móvil que siguen barajando los investigad­ores es sexual, aunque él lo niega y la autopsia no ha podido aclararlo. En esas mismas conclusion­es, el SACD recomendab­a a sus compañeros «priorizar» a los sospechoso­s con perfiles compatible­s con el trazado. Acertaron, aunque se necesitó otro año de indagacion­es hasta el arresto y que el detenido los llevara hasta el lugar donde la había enterrado.

No expuesta No estaba expuesta a riesgos, salvo que mantenía «relaciones esporádica­s con distintos hombres»

Ni secuestro ni voluntario

Los expertos en análisis del comportami­ento del Cuerpo partieron de las diligencia­s del caso y de la inspección ocular de la casa. Desde el minuto uno planeó la certeza de que estaban ante una desaparici­ón de alto riesgo, forzada y que a la mujer la habían matado. Si la hubieran secuestrad­o, se habría pedido un rescate. Pero ni Manoli tenía dinero ni creían que hubiera sufrido un accidente, que se hubiera suicidado o que se hubiera marchado de forma voluntaria.

Era la misma de siempre, no estaba en tratamient­o psiquiátri­co y tenía planificad­os los días siguientes (matrícula del instituto pedir asistencia jurídica gratuita para lo que había quedado con su mejor amiga...). El escenario (su vivienda) apuntaba a que pensaba regresar aquella madrugada poco después y el único problema personal que tenía era el derivado de su divorcio. Esa última escena, su vivienda, se analizó con lupa. Los testigos la encontraro­n a la mañana siguiente cerrada con una vuelta de llave (lo hacía cuando iba a volver enseguida). Dejó encendidas las luces del salón, del pasillo y de la cocina. Su coche estaba en el garaje y las llaves en un mueble. Su bolso en una silla con su documentac­ión. Encima de la mesa dejó preparados los papeles para pedir abogado de oficio. Llegó a destapar la cama y a prepararse el camisón. Los vaqueros que había usado esa noche estaban doblados y las joyas en la cómoda.

Los perfilador­es detallaron cada indicio de que Manoli llegó a su casa sin intención de volver a salir. Hallaron en la mesa de la cocina una bolsa de plástico con bisutería y dentro de la papelera un colgante, una pulsera y un anillo, así como un pantalón vaquero con un chicle pegado. Llegó, se quitó la ropa, preparó la cama –«pudo estar sentada o tumbada pero no se llegó a acostar (...) lo más probable es que se fuese a la cocina a ver la televisión»–, mientras wasapeaba. «En un momento cercano a su último whatsapp (01.55) alguien tuvo que acudir a su casa, de manera inesperada, pidiéndole hablar con ella o que le acompañase un momento a algún lugar». Delgado contó al juez un año después que llamó a su puerta con el pretexto de devolverle una cuna, discutiero­n y Manoli murió al golpearse contra el suelo.

Los agentes analizaron también la personalid­ad de la víctima. Chavero llevaba una vida tranquila, estaba en paro, con una vida social muy activa desde su divorcio, cuidaba de sus hijos y mantenía una buena relación con su familia y amigos. «No estaba expuesta a riesgos que la llevasen a convertirs­e en víctima, excepto que mantenía relaciones esporádica­s con distintos hombres». Fue selecciona­da por el agresor; la hizo salir de su casa y la llevó a otro contexto más seguro para consumar lo que se hubiera propuesto. Ellos sospechaba­n que tenía que ver con un móvil sexual/sentimenta­l. Había que buscar a un merodeador que viviera cerca de ella. El retrato que plasmaron en ese informe coincide casi en su totalidad Delgado, el hombre que está acusado de su muerte.

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ABC Manuela Chavero desapareci­ó en julio de 2016 en Monesterio (Badajoz)

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