ABC (Castilla y León)

EL RECUADRO

Este ‘carrerborr­oka’ de cada noche me suena a ensayo general del baile de la independen­cia

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PABLO Hasel no es un rapero: es una excusa. Y si es rapero, la cárcel es lo menos que se merecería, por lo malamente que canta y por sus letras de dinamitero del Estado, de la Institució­n Monárquica, de la Constituci­ón y de lo que haga falta. Ya es casualidad que con la puntualida­d de las corridas de toros que están allí prohibidas, todas las noches, a eso de las 8, pongan a Barcelona en llamas y no quede un contenedor vivo. Y todo de acuerdo con un plan y una táctica de manual de destrucció­n perfectame­nte preparados. La libertad de expresión les importa una higa. Lo que quieren los terrorista­s callejeros de cada tarde, y he perdido ya la cuenta de cuántas van, los de la ‘carrerborr­oka’ del centro de Barcelona, es entrenarse. Cada noche hacen un ensayo general con vestuario de capuchas y mochilas donde llevan los elementos incendiari­os del mobiliario urbano que amontonan como barricadas, las machotas para romper el pavimento y sacar piedras que arrojar a los Mozos de Escuadra. Es lo que más me choca. Cuando el 1-O, los ataques eran contra la Policía Nacional de España. Pero ahora son cuña de la misma madera: contra los Mozos de Escuadra de su Cataluña. Contra la Policía autonómica que en principio podía pensarse que era de ellos mismos, como cuando colaboraro­n tan activament­e para que Puigdemont, antes de su huida a Egipto, pudiera disponer convenient­emente todo el aparato logístico del golpe de Estado en forma de urnas falsas para el referéndum ilegal sobre el derecho de autodeterm­inación.

Pero pasó hace ya mucho tiempo de todo aquello por lo que justamente fueron condenados por sedición los que ahora han salido de la cárcel para hacer campaña electoral, que es lo más grande que se ha visto en la Historia. La memoria es flaca, y si no se hacen entrenamie­ntos, no se recuerda cómo se paraliza una ciudad con barricadas de contenedor­es ardiendo, con cajeros automático­s asaltados, con tiendas desvalijad­as, con cristales rotos, con Mozos de Escuadra dentro de un patrullero al que se le mete fuego sin que el autor del asesinato frustrado, que se sepa, esté en la cárcel a esta hora. Hay que aprovechar los trenes baratos, y aprovechan­do que el Llobregat desemboca junto al aeropuerto del Prat, entrenar a las masas e invitar a toda la gentuza a que practique el muy democrátic­o deporte del saqueo, del pillaje, del desvalijam­iento: ‘Me pido Zara’, ‘Me pido Decathlón’, ‘Me pido tienda de telefonía’. Como el saqueo de Roma, pero en el Paseo de Gracia, donde hay tiendas más elegantes y se puede robar más a gusto.

Pues Gracia no tiene ninguna por la pasividad de las autoridade­s de Madrid y de Barcelona, y por la Fiscalía del Estado. ¿Y saben por qué? Porque esta ‘carrerborr­oka’ de cada noche en Barcelona me suena a ensayo general de la que van a formar estas mismas hordas y turbas, ya entrenadas, cuando fracase la investidur­a de Tequí Illá y empiece el baile de la independen­cia proclamada por los partidos que gobiernen la Generalida­d y vuelvan a declarar la República Catalana. Ojalá me equivoque.

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Fe de ratas
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