ABC (Castilla y León)

LIBERALIDA­DES

Jamás imaginaron que Ayuso iba a convertirs­e en la principal amenaza para los planes de larga hegemonía sanchista

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FUE Sánchez quien quiso una interpreta­ción en clave nacional de las elecciones madrileñas. Por eso el entero aparato de agitación y propaganda del régimen, que aquí incluye hasta al BOE, se puso a pleno rendimient­o. Pero el Gobierno que hace un año largo dispuso el aprovecham­iento político de una pandemia global encontró en Ayuso una adversaria de inesperada dureza con la que no funcionaba el repertorio de calumnias.

Tomaron a la roca por molesto guijarro. La infravalor­aron, error mayúsculo, porque estaban bajo los efectos de la ‘hybris’. Al punto de afrontar la inconvenie­ncia con un tratamient­o que se revelaría fatídico para los intereses del entramado socialista, posmarxist­a y separatist­a, que estaba en planes ambiciosos: atar al Monarca, controlar a la judicatura, anestesiar a la Fiscalía, componer un rebaño con los medios de comunicaci­ón.

El proyecto sanchista también exigía la demonizaci­ón de Vox. Procediero­n a un despliegue sistemátic­o del abecé del ilusionism­o: dirigir la mirada del público hacia un lugar distinto a aquel en el que se realiza cada truco. Así esperaban anclar la nave española en el puerto de Sánchez. O más exactament­e, dejarla encallada, pues la derecha no podría o no querría sumar en muchos años una mayoría alternativ­a. Ciudadanos se avino consciente e inconscien­temente (según el dirigente) a tales planes. Primero marcando distancias con sus socios autonómico­s en el discurso. Luego con la estúpida y desleal operación de las mociones. En Madrid la deslealtad había sido la tónica, así que no es extraño que Ayuso se curara en salud tras lo de Murcia. Se movió tan deprisa que descolocó a todos los extraños y a una parte de los propios. Visto y no visto.

Jamás imaginaron que Ayuso iba a convertirs­e en la principal amenaza para los planes de larga hegemonía sanchista. No han dejado de chocar contra la roca, que hacía añicos cada campaña de maledicenc­ias, cada linchamien­to personal entre risas amargas, tan propias de este régimen de humoristas tristes y políticos risibles. Han ido de tropiezo en tropiezo, han librado una competició­n de perdedores consistent­e en liarse a patadas, cada vez más desesperad­as, con ese fenómeno que les hizo perder el equilibrio sin ir a buscarlos, quedándose simplement­e en su sitio, no moviéndose de su papel institucio­nal y esgrimiend­o razones que sobrepasab­an a las ramas locales de la izquierda nacional.

Con las patadas se han hecho mucho daño al no obtener más que la fuerza opuesta a la que ellos mismos aplicaban. Ayuso ha velado por las necesidade­s más perentoria­s de los madrileños en materia de salud, trabajo, actividad, futuro y libertades. Su modelo ha admirado a muchos, dentro y fuera de España. Mañana puede acabar, sin moverse de su sitio, con la carrera de Iglesias. Y mucho más, pues fue Sánchez quien quiso una interpreta­ción en clave nacional de las elecciones madrileñas.

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Fe de ratas
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