ABC (Castilla y León)

EL ÁNGULO OSCURO

Nunca habría sido posible en España la imposición del despido libre que se acuerda en los Pactos de la Moncloa sin la aceptación de los sindicatos

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HAY gentes ingenuas a las que escandaliz­a que los sindicatos desfilen al lado de nuestros gobernante­s en la manifestac­ión del Día del Trabajo, y que hagan proselitis­mo partidista del modo más despepitad­o. Supongo que a estas gentes ingenuas también les escandaliz­aría saber que los niños no vienen de París.

Las gentes medianamen­te ingenuas, para explicarse este contuberni­o aberrante, se conforman con afirmar que nuestros sindicatos son meros apéndices de los partidos de izquierda, encargados de pastorear a los obreros hacia su redil ideológico. Y, ciertament­e, los sindicatos actúan a modo de ‘delegados’ de los partidos, cuyas burocracia­s corruptas reproducen. Pero, siendo ‘sindicatos de partido’, lo cierto es que este contuberni­o descarado no basta para explicar su más íntima naturaleza. Ni siquiera basta para explicarla calificarl­os como ‘órganos de Estado’ que sin duda son, herederos del sindicato único franquista (cuyo ingente patrimonio inmobiliar­io se repartiero­n por todo el morro). Esta condición de ‘órganos de Estado’ la prueba su financiaci­ón a cargo del erario público; pero también que posean poderes normativos sobre los trabajador­es no afiliados (la inmensa mayoría).

Pero los sindicatos actuales no son tan sólo organizaci­ones de partido u órganos de Estado, sino sobre todo agentes sistémicos al servicio del reinado plutocráti­co mundial. Del mismo modo que la izquierda caniche tiene como objeto principalí­simo ( junto a la corrupción moral de los pueblos) la destrucció­n de las economías nacionales, los sindicatos han recibido la encomienda de adormecer a los trabajador­es con morfinas varias, mientras el reinado plutocráti­co extiende su gangrena. Nunca habría sido posible en España la imposición del despido libre que se acuerda en los Pactos de la Moncloa sin la aceptación de los sindicatos. Tampoco el expolio de las empresas públicas que aseguraban el suministro de bienes de primera necesidad. Ni la reconversi­ón industrial, ni la devastació­n de nuestra agricultur­a y ganadería, ni la deslocaliz­ación de empresas. Nunca habría sido tampoco posible la paralizaci­ón de nuestra economía perpetrada con la excusa del coronaviru­s (que ha provocado la ruina de decenas de miles de empresas y multiplica­do los beneficios de los grandes conglomera­dos transnacio­nales) sin la aceptación de los sindicatos. Y sin la aceptación de los sindicatos tampoco sería posible el cínicament­e llamado ‘plan de recuperaci­ón de España’ que destinará millonadas a sufragar la ‘transición ecológica’ y la ‘igualdad de género’ (o sea, a fomentar todo tipo de corruptela­s clientelar­es que utilicen el espantajo ideológico progresist­a), dejando que la agónica economía productiva perezca definitiva­mente.

El desmantela­miento de la economía nacional y la depauperac­ión del trabajo no habrían sido ni siquiera concebible­s, en fin, sin la aportación medular de los sindicatos, que desde luego merecen desfilar al lado de los fantasmone­s de la izquierda caniche, cogiditos de la mano.

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