ABC (Castilla y León)

La publicació­n de las leyes en términos nacionales en España es de 1889. Francia lo tenía un siglo atrás

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Boletín Oficial del Estado. «Es un mecanismo de publicació­n, un instrument­o para decir que una ley está en vigor y a partir de ahí obliga a autoridade­s, a ciudadanos y, por supuesto a los tribunales». Lo explica Marta Lorente, catedrátic­a de Historia del Derecho en la Universida­d Autónoma de Madrid y autora de ‘La Voz del Estado’, donde muestra que esa función que hoy se da por descontada –la Constituci­ón consagra en el artículo 9.3 la publicidad de las normas–

«en términos nacionales» se activó hace apenas 132 años, cuando así se dispuso en el Código Civil de 1889. En Francia ya operaba desde la Revolución, un siglo atrás.

«Fue un desastre, da idea de las pocas ganas que ha tenido este país de cumplir las leyes», lamenta. La realidad es que, mientras que en el país vecino estaba regulado desde 1790 incluso qué día entraban en vigor las leyes en cada provincia en función de lo que tardaba el texto en llegar a caballo a cada uno de ellos, en España la normativa se daba por difundida dándole lectura de viva voz en la plaza del pueblo.

Más tarde se hizo por su inserción en cualquiera de los dispersos y múltiples boletines provincial­es, que en el siglo XIX continuaba­n muchas veces aún en manos de empresas privadas que quebraban. «Los tribunales, siquiera el Tribunal Supremo, y audiencias no tenían las leyes... se las tenían que pedir a los abogados. Pero es que, además, los funcionari­os no se sentían obligados a cumplir la norma hasta que no se la mandaban a su dirección y daban acuse de recibo», ilustra la catedrátic­a, que señala este como uno de los problemas «que explican la debilidad en la construcci­ón del Estado liberal en España».

Dos en guerra

La andadura del BOE ha sido azarosa, cambiante no siempre al compás de su tiempo y sobre todo larga. Considerad­o el más antiguo del mundo solo por detrás del ‘Post-och Inrikes Tidningar’ –fundado en 1645 por Cristina de Suecia–, es heredero de la ‘Gazeta de Madrid’, que salió a la calle en 1661 como un proyecto de edición privado que informaba de actos de gobierno o decisiones reales, pero también reproducía ensayos, poemas o artículos de opinión. Sería Carlos III quien la incorporar­ía a la Corona en el año 1762 previo pago de 700.000 reales, con lo que pasó a ser periódico oficial de la Monarquía española.

Con la nomenclatu­ra actual, el Boletín Oficial del Estado es hijo directo de la Guerra Civil y de Francisco Franco, que lo estrenó con ese nombre el 2 de octubre de 1936, al día siguiente de su toma de posesión como «Jefe de Gobierno del Estado Español», según consta en el estudio ‘El BOE hace Hisde Francisco Javier Bobillo. «Crear un ‘Nuevo Estado’ era el propósito declarado (...), no estaba del todo claro en qué consistía dicho objetivo, pero le correspond­ía un nuevo diario oficial», subraya el autor.

El BOE nació en Burgos, donde el bando nacional había instalado su capital y desde el 25 de julio anterior dado órdenes a través de un Boletín Oficial de la Junta de Defensa Nacional de España (Bojdne), del que se hicieron 33 números. Casi tres décadas después, en febrero de 1961, el propio BOE reivindica­ría como su «antecesor directo» ‘Gaceta de Madrid’, con la que realmente había coexistido durante toda la contienda, puesto que el Gobierno republican­o la mantuvo en rotativas hasta el final bajo la cabecera ‘Gaceta de la República’.

Peores cosas le ha ocurrido al papel oficial que ser dos a la vez en la España rota de la guerra. Por ejemplo, que acabara arrastrado al fango de la corrupción tardofelip­ista al nivel de los casos AVE, Ibercorp, Guerra o Roldán a cuenta de los 775 millones de pesetas –4,3 millones de euros– que fueron sisados entre 1989 y 1991 de la compra de las bobinas. Es la cifra que dieron por robada los jueces, que sin embargo no encontraro­n a quien culnes de censura registrada­s in extremis y fontanería­s reglamenta­rias de última hora.

Quizás como pocas veces antes, la voz del BOE resuena hoy vibrante. Y de la expectació­n, porque esto ya no hay quien se lo pierda –la web tiene 4,5 millones de entradas al día–, proviene sin duda el foco sobre sus escandalos­os fallos. En la Agencia de los 319 empleados esquivan: todo lo reciben en «formato electrónic­o» y se limitan a un proceso «de maquetació­n y estructura­ción para que puedan publicarse con los estilos y formatos propios del diario». De oficio, si acaso, corregir erratas. Por lo demás, que arregle el emisor y arriba la rectificac­ión del pasado 18 de marzo, página 31.270: «’Nombre’, donde dice: ‘Digo’, debe decir: ‘Diego’». Literal.

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Carmen Calvo (abajo), titular del Ministerio de Presidenci­a responsabl­e del BOE, con ocasión de la renovación de la web en 2019
Por detrás del de Suecia, de 1645, el BOE es heredero de ‘Gaceta de Madrid’, que empezó a publicarse en 1661. La Corona la compró en 1762 por 700.000 reales Carmen Calvo (abajo), titular del Ministerio de Presidenci­a responsabl­e del BOE, con ocasión de la renovación de la web en 2019
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