Gracias por el trato humano
A estas alturas, esta carta puede parecer reiterativa, incluso tópica, pero es sincera. Acaba de fallecer, prematuramente, en el Hospital Gregorio Marañón de Madrid, un familiar muy cercano a causa del Covid-19, contraído un par de días antes de la anunciada fecha de vacunación. Y van ....
Esta noticia, escueta, lleva detrás, sin embargo, una lucha titánica de poco más de quince días; una batalla enorme, librada esforzadamente por todo el personal sanitario de los distintos servicios por los que tuvo que pasar, con un esfuerzo creciente en medios y en humanidad a medida que iban percibiendo que se perdía.
Durante su estancia hospitalaria hemos recibido diaria y puntual información de los médicos responsables, realizada con profesionalidad y con tacto. En los primeros días pudo comunicarse a través del teléfono tanto en la planta como en la UCI. Llegada la sedación no estuvo sola, recibió de un médico las últimas palabras de paz y de cariño para tranquilizarla ante el miedo que, sin duda, estaba sintiendo. En sus últimos momentos se nos ha permitido verla con las naturales e inevitables medidas de seguridad, e incluso administrarle la extremaunción.
Comprendemos la imposibilidad absoluta de acompañarla durante su enfermedad y más en el indescriptible ambiente de la UCI, cargado de tensión. Pero sabemos que lo ha estado en todos y cada uno de los momentos de esa corta, pero casi interminable enfermedad, por el personal sanitario.
Nuestra impotencia se manifiesta ahora en la dificultad de expresar nuestro agradecimiento a toda esa legión de sanitarios del Gregorio Marañón que han hecho lo posible y lo
José Félix Tezanos, presidente del CIS imposible porque no llegara este final.
Les hemos exhortado a que se cuidaran y, si bien muchos han confesado haber sufrido ya la enfermedad, les seguimos suplicando que mantengan el máximo cuidado, por ellos y egoístamente por nosotros.
Que Dios les bendiga. hubiera tocado la lotería, mientras se me ponía el vello de punta y se me hacía un nudo en la garganta de la emoción. Y es que mis padres han sido muy afortunados de llegar hasta aquí sin haberse contagiado. Otros muchos, por desgracia, no han tenido esa suerte. Y ahora, a la espera de su segunda dosis, ya estamos un poco más tranquilos y más cerca de poder volver a abrazarnos como antes. ¡Ese sí que será un gran premio!
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