TIEMPO RECOBRADO
Carrillo era muy consciente de la fragilidad del sistema
NO estoy seguro de la fecha. Creo que era 2008 cuando conocí a Santiago Carrillo. Estuve charlando con él cerca de una hora. Tenía 93 años. Había ido a ‘El Mundo’ a grabar una entrevista.
Hablaba pausadamente, como si meditara cada palabra, y fumaba. A veces se llevaba la mano derecha a las gafas en un gesto mecánico. No recuerdo muy bien la conversación, pero sí que hizo varias alusiones a los políticos de la Transición y a los cambios que se habían producido en este país.
Me impresionó que alabó el sentido del Estado de Adolfo Suárez e hizo alguna referencia respetuosa a Fraga. Aunque yo le pregunte, eludió extenderse sobre los tiempos de la clandestinidad en Moscú y en París. Parecía un gris funcionario, un jubilado aparcado en una vida familiar intrascendente.
Pero aquel hombre había vivido la Guerra Civil, había sido acusado de ser responsable de los asesinatos de Paracuellos, había sido cómplice y protegido de Stalin, había purgado a decenas de disidentes del Partido Comunista y había sido huésped de Ceausescu, uno de los más repulsivos dictadores del siglo XX.
En la biografía de Fernando Claudín, aparecía retratado como un oportunista que había sobrevivido gracias a su duplicidad y la traición a sus compañeros. Finalmente, había sido expulsado de la organización tras unos resultados electorales desastrosos.
No le pregunté sobre nada de eso, pero sí defendió la política de reconciliación del partido desde los años 60 y la fundación del eurocomunismo, junto a Marchais y Berlinguer, para dejar patente su aceptación de las reglas de las democracias parlamentarias europeas.
Carrillo fue coherente al aceptar la bandera, la monarquía y, más tarde, la legalidad constitucional. Era muy consciente de la fragilidad del sistema y de los peligros de una involución. Seguramente no le sorprendió el golpe de Tejero cuando permaneció inmutable en su escaño.
Era suficientemente listo para darse cuenta de que, fuera cual fuera el pasado de cada uno, era mejor la reconciliación que la confrontación, la democracia que el riesgo de volver a una dictadura. El Partido Comunista apoyó una ley de amnistía que permitía salir a los presos del franquismo a la calle.
Hoy existe un intento de reescribir la historia y se escuchan cosas que los que vivimos aquella época sabemos que son falsas. La Transición no fue perfecta, pero propició que los españoles recuperaran la libertad perdida tras la guerra fratricida que acabó en 1939.
Carrillo fue un personaje lleno de contradicciones, con un pasado oscuro, pero se redimió con una serie de decisiones en las que se autoinmoló para que España fuera un país democrático. Eso se lo tenemos que agradecer, sobre todo ahora, cuando algunos hablan de fascismo y comunismo sin saber lo que significan esas palabras porque han nacido en un país libre.