Precios al alza
La demanda de aguacates en Europa provoca que el agricultor reciba hasta tres euros por kilo La mayoría de los hurtos no se denuncian, por lo que es difícil seguir la pista del producto
cie agraria útil superior al 11 por ciento. Con estas expectativas, el técnico de la Unión defiende que «la alternativa al cultivo de los cítricos es el mismo producto pero visto de otra manera». Nuevas variedades pigmentadas que aseguren la viabilidad de la plantación, como mínimo, durante unos cuantos años. Sin embargo, incide Ferran Gregori, todo esto requiere organización, investigación y formación para identificar los nichos de mercado. También se hace necesaria, a su juicio, la intervención de la Administración a la hora de diversificar el sector y llevar a cabo una política agraria «inexistente» durante muchos años.
El oro verde
A pocos metros del bancal en el que Daniel recoge la naranja, Mariano Condomina cultiva sus aguacates en una tierra en la que sus antepasados han visto crecer desde algarrobas hasta uva. Hace quince años que se lanzó a arrancar los naranjos, de forma progresiva, para probar suerte con un fruto que hasta entonces no tenía presencia en la zona. De las primeras cinco fanegadas y media, pasó a las 60 actuales distribuidas en varios campos. De cada una de ellas salen de media, 1.250 kilos de aguacates. En toda España se produjeron durante la última campaña, según Asaja-Málaga, 81.000 toneladas. Además, se facturaron 189,9 millones de euros, un 50 por ciento más que en la cosecha anterior. Este agricultor de 62 años se muestra «enamorado» de un producto «diferente y muy bueno» que «da valor a la tierra» y tiene muchas aplicaciones. «Si llueve o hace frío, el aguacate no se estropea. En ese sentido, la naranja es muy delicada», comenta. Es un cultivo que ofrece más rentabilidad porque «no da faena», en comparación con las plagas que afectan al naranjo y tampoco supone un consumo de agua desenfrenado, como algunos, dice, quieren hacer creer.
Condomina defiende la perspectiva de futuro de este fruto y no ve peligro en que se repita la saturación que ha llevado al fiasco algunos experimentos agrícolas. La viabilidad de las plantaciones de aguacates está ligada a las zonas cálidas en las que no se producen heladas –por encima de 0 y por debajo de 30 grados–, por lo que se reduce su superficie útil en la Comunidad Valenciana a prácticamente tres comarcas. «Se está consumiendo mucho en Europa, se están abriendo nuevos mercados y se tiene que saber vender el producto fuera». Pero el interés que suscita, sobre todo, es económico. «Se paga bastante bien porque hay demanda», puntualiza al tiempo que augura para el año que viene una buena cosecha. «Peor que la naranja no puede ir», razona confiado. El productor recibe entre 2,1 y 2,2 euros por kilo, aunque según la calidad, el tamaño o las fechas se puede llegar a pagar hasta tres euros por kilo. Después se vende al consumidor rozando los cinco. Pese a ello, hay una reivindicación que se repite: la falta de implicación por parte de las instituciones. Los productores valencianos de este exótico fruto se han constituido en una asociación, Asoproa, de la que Mariano es vicepresidente. El objetivo es conseguir una denominación de origen para el aguacate valenciano, una marca de calidad que lo distinga del de otros países. Para ello están también en contacto con el resto de zonas de España en las que el aguacate tiene una presencia destacada, como Andalucía. En el sur del país predomina la variedad llamada Hass, mientras que en la zona valenciana de Sagunto destaca la Lamb Hass, con una ventaja que Mariano pone en valor: «Una llega cuando se acaba la otra, por lo que hay un par de meses en los que la nuestra vale más dinero, porque la fruta de Perú todavía no ha llegado».
Con todo, Condomina advierte de una única plaga ante la que están «muy indefensos»: los robos. «Queda lo mínimo por vallar», lamenta. Pese a que están en contacto continuo con la Guardia Civil, es difícil identificar a los autores de los hurtos porque la mayoría ni siquiera se denuncian. Por ello, abogan por aumentar los controles en los comercios y mercados para asegurar la trazabilidad del producto. Quien también ha sufrido este problema en primera persona es Rafael Llácer, propietario de una explotación de la variedad Hass en Simat de Valldigna –cerca de Gandía–, a quien expoliaron 50 plantas en 2017. A día de hoy, advierte, siguen siendo un producto muy codiciado para las mafias. Como curiosidad, Llácer destaca que los árboles que cultiva en sus campos han sido modificados genéticamente para evitar que su sensibilidad a la humedad y a la fitóftora, un hongo que acaba con ellos, les afecte. Por ello, cuando el agricultor se hace con la patente está obligado a localizar su plantación y se compromete a no reproducirla.
¿Futuro para los jóvenes?
En el horizonte, este productor de 57 años ve «mucho potencial» en los nuevos cultivos que emergen con el asesoramiento y la orientación técnica que precisan. No obstante, al margen de esa reconversión de variedades, la búsqueda de nuevos mercados exportadores y la modernización de las infraestructuras agrarias, Rafael señala un problema fundamental para el futuro del campo valenciano: la falta de arraigo entre los más jóvenes, que no ven este sector una opción viable para salir adelante.