ABC (Castilla y León)

Triunfo rotundo de Ginés Marín

▶ El extremeño corta una oreja, que debieron ser dos, con una faena de gran entrega

- ANDRÉS AMORÓS MADRID

a está el toro en la Plaza. Hace siglo y medio, el escritor italiano Edmundo de Amicis afirmaba: «La inauguraci­ón de las corridas de toros en Madrid es mucho más importante que un cambio de ministerio». Ya entonces... Poco después, el humorista Luis Taboada retrataba el cambio de carácter de un madrileño: sonríe sin motivo, se sienta a la mesa tarareando, las patatas le saben a gloria. Su esposa sabe la causa: «Ya se conoce que va a haber toros...»

La nostalgia de Las Ventas no empaña la alegría por el comienzo de esta singular Feria de San Isidro: once festejos es poco en comparació­n con treinta (todo el mes de mayo, los últimos años) pero mucho, en comparació­n con nada. Ésta es la primera gran Feria desde el comienzo de la pandemia, nos hace sentir a los aficionado­s algo esencial en el toreo y en la vida: la ilusión.

Los toros de El Pilar, cinqueños, serios, dan poco juego y tienen las fuerzas justas. Triunfa rotundamen­te Ginés Marín, en una faena de mucho mérito, premiada sólo con una oreja. Otra, benévola, corta Álvaro Lorenzo. López Simón se libra por poco de un percance. Me alegra ver a Álvaro y a Ginés toreando clásicamen­te a la verónica, con el compás abierto: como debe ser. En cambio, deben evitar las faenas tan largas, un vicio actual.

YTremenda voltereta

Hace tiempo que no veíamos a López Simón. ¿Habrá suavizado su rígido estatismo? El primero es noble y humilla mucho pero pronto flaquea: apenas lo pican, en una sola entrada. Saluda Mambrú, con los palos. Brinda a su banderille­ro Vicente Osuna.

Le da distancia, sufre un revolcón, traza aceptables muletazos, aguanta algún parón. Concluye con su habitual arrimón y mata a la segunda. El cuarto sale muy distraído, se desentiend­e de los engaños pero aprieta mucho en banderilla­s, prende a Jesús Fernández, sin llegar a herirlo. Comienza Alberto haciendo el poste y eso no arregla las irregulare­s embestidas. Aguanta pero el toro se vence y le pega una tremenda voltereta: quizá lleve algún puntazo. Una faena de más valor que dominio, rematada con un espadazo. A un toro complicado, hay que poderle, antes de quedarse quieto. Álvaro Lorenzo sabe torear bien, dentro de la línea toledana, basada en el dominio, la sobriedad y el temple. Le falta dar el golpe en la mesa y mantenerlo con regularida­d. Logró en esta plaza éxitos como novillero. El segundo, astifino, protesta en la única entrada al caballo y flaquea. Lidia bien Sergio Aguilar. El toro tardea, tiene poca codicia, hay que llamarlo varias veces para que acuda y eso impide que la faena tenga ritmo, aunque los muletazos sean clásicos. Me lo decía Alfredito Corrochano: «Si tienes que gritar ‘¡je!’ varias veces para que el toro embista, la gente no se emociona». En la suerte suprema, la res le busca y sólo acierta con la estocada a la tercera, después de un momento de grave riesgo. Recibe con clásicas verónicas al quinto, que empuja bien en el caballo. Sergio Aguilar se luce, con los palos. El toro embiste con nobleza pero flaquea y eso impide que el trasteo cuaje, aunque Álvaro muestre su entrega y buen oficio. Un fallo evidente es prolongar en exceso la faena, como ahora tantas veces sucede. Mata bien: aviso y oreja protestada.

En Leganés, Ginés Marín acaba de demostrar, una vez más, sus grandes cualidades: facilidad, elegancia; también, ha encontrado el sitio con la espada. No encajan bien con el clasicismo de su estética algunas rutinas actuales: los muletazos invertidos, las bernadinas finales... Debe ahondar en el toreo fundamenta­l. Recibe al tercero con verónicas cadenciosa­s, cargando la suerte. El toro empuja en el caballo y pierde las manos. Vuelve a lucir su buen estilo en el quite por verónicas. (¡Qué bien que insista en el palo más clásico, en vez de las ‘inas’, hoy tan frecuentes!). Brinda Ginés a Álvaro Lorenzo. Aunque el toro se entrega a medias y se desentiend­e, dibuja excelentes muletazos. Se le ve muy seguro al provocar la embestida, metiéndose en el terreno del toro, pero no acierta con la espada hasta el tercer intento.

Mérito y emoción

Recibe al último, muy suelto, con lances de más vistosidad que dominio. Insiste en esa línea en el quite por tafalleras y chicuelina­s, muy ovacionado. Banderille­a con riesgo Viotti, asomándose al balcón. El toro es incierto, pega arreones. Ginés lo intenta por los dos lados, con decisión y la técnica adecuada, tragando mucho. La faena tiene mérito y emoción, aunque no sea redonda. Está en un momento en que lo ve muy claro y se entrega por completo. También se equivoca al prolongar la faena, rematada con una gran estocada. Le dan una oreja y deberían haberle dado la segunda. Si continúa por ese camino, va a estar entre las primeras figuras.

Posdata. En 1890, cuando Frascuelo planeó cortarse la coleta, una epístola humorístic­a le advertía: «Frascuelo, no te la cortes, / no te la cortes, Frascuelo, / que el hombre que se la corta / no gustará al bello sexo / y, por mucho que lo intente, / no podrá decir: ‘podemos’». Pero se la cortó y la repartió, dividida en tres partes, como reliquia. La poesía, siempre actual.

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GUILLERMO NAVARRO Ginés Marín gustó con el capote en el último toro de la corrida de El Pilar

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