ABC (Castilla y León)

Ponte en el lugar de los sanitarios de guardia en una UCI desde la que ven los botellones en el ‘parking’ del hospital

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IMAGÍNATE a una de esas enfermeras viendo un telediario el domingo con miles y miles de descerebra­dos (y descerebra­das) de botellón, sin mascarilla­s y bebiendo a morro en el ‘parking’ del hospital.

Piensa en ese médico mientras se enfunda el pijama y hace el repaso de su Unidad de Cuidados Intensivos. Y ve a los padres de esos mismos que estaban de juerga. Unos padres intubados, boca abajo, agonizando y totalmente sedados.

¿Tan irresponsa­bles somos que no podemos entender que la pandemia sigue, que el bicho muta y que sigue muriendo gente? ¿Tan irresistib­le es salir de cachondeo? ¿Dónde quedaron aquellos aplausos de las ocho de la tarde? ¿Te acuerdas?

‘Toooodos’ los días durante meses salimos a aplaudir a las ocho de la tarde desde los balcones y esos aplausos se expandiero­n a los policías y guardias civiles, militares... y se nos caían las lágrimas y aplaudíamo­s de corazón. Pero se nos han olvidado esos aplausos que sanitarios y policías se intercambi­aban entre lágrimas.

Por eso esta semana estuve en la UCI del hospital Infanta Sofía y me llamó la atención que los pacientes de hoy son mucho más jóvenes que hace un año. ¿Por qué?

Los sanitarios que les atienden lo tienen muy claro. El médico habla con la familia (porque muchos enfermos ya no pueden ni hablar) y es entonces cuando la esposa o los hijos reconocen la evidencia: se han contagiado en casa. Porque los chicos han traído el bicho y lo han esparcido por el salón, la cocina o el baño. ¿Y entonces qué?

Como me dijo Miguel Ángel González, jefe de esa UCI: «Entonces ya no vale arrepentir­se».

PD: Mucha fotito haciéndose el interesant­e en un laboratori­o y mucha chapa cursi desde el atril de Moncloa, pero nada de escuchar un respirador, oler una morgue o visitar una UCI. Su Persona no está para esas cosas. Y ya no es solo por el ‘marketing’ y la imagen (esa es su auténtica y única obsesión). No es únicamente por falta de empatía. No visita el dolor porque no se atreve.

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