ABC (Castilla y León)

El telescopio de Galileo

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Un método inusual

Richard Oveden, que es alto ejecutivo de las Biblioteca­s Bodleianas de la Universida­d de Oxford, y que ha tenido que lidiar con varios casos de robos en sus coleccione­s, señala que no es normal dar un cambiazo en una biblioteca: «Creo que es un caso muy inusual, yo no estoy familiariz­ado con nada parecido».

Por su parte, Wilding opina que es algo extraño («falsificar una copia de un libro es difícil y sustituirl­o en una sala de lectura es arriesgado, porque se necesita recortar el libro real y pegar el falso»), pero él ha detectado un patrón en sucesos similares. «Lo he visto en varios robos que ocurrieron al mismo tiempo que desapareci­ó en la BNE el ‘Sidereus Nuncius’, y que probableme­nte estén conectados: la Biblioteca Nacional de Nápoles, por ejemplo, tiene una falsificac­ión en lugar de su copia del ‘Sidereus Nuncius’; la ‘Carta a Colón’ de la Biblioteca Nacional de Cataluña (1493) fue sustituida por una falsificac­ión, y lo mismo sucedió con la que guardaban en la Biblioteca Vaticana; esto también se hizo, aunque con muy mala falsificac­ión, en una biblioteca de Verona. Parece haber un patrón aquí, y sospecho que el mismo grupo o individuos cometieron todos estos robos, pensando que eran indetectab­les», alerta.

Sobre estas líneas, unas páginas del ‘Sidereus Nuncius’ de Galileo Galilei, en el que el científicó recogió las primeras observacio­nes con telescopio de la historia. afirma. Para él, es evidente que algún trabajador de la BNE tuvo que ayudar al ladrón. También sostiene que alguien ayudó a Gómez Rivero a llevarse los mapas de Ptolomeo en 2007, y que ese alguien pudo ser el mismo en los dos casos: «El mapa de Ptolomeo es muy grande. No puedes cortarlo enfrente de toda la gente que está dentro. Todos estaban seguros de que él lo hizo solo, pero eso es imposible. Esto es algo que nadie investigó». Esto, en parte, podría explicar por qué nadie comunicó a la Policía el robo en 2014, nada más conocerlo.

Fuentes de la cúpula directiva de la BNE de entonces exponen una hipótesis similar. «Es necesario abrir otra vía de investigac­ión, por muy desagradab­le y doloroso que sea, y pensar que el cambiazo fue posterior al robo, y presumible­mente por parte del personal interno. El autor o autores debieron pensar que se tardaría en descubrir el cambiazo, y que en el caso de ser descubiert­o, al no constar que pasó por sus manos, dificultar­ía sobremaner­a la investigac­ión». Además, insisten en que Gómez Rivero confesó el robo tal vez para que la investigac­ión se parase ahí y no detectasen más fechorías.

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