El sevillano corta dos orejas en una complicada corrida de Fuente Ymbro
Daniel Luque, cabeza y corazón ▶
La terrible cornada que sufrió Manuel Perera ha ensombrecido una Feria en la que, a pesar del poco público, estamos viendo cosas importantes. Este drama sólo confirma la importancia de una Fiesta única, de gloria y tragedia: ‘La suerte o la muerte’, en el título de Gerardo Diego. Alternaba el joven extremeño con dos novilleros que poseen mayor experiencia: se entregó sin límites.
Los toros de Fuente Ymbro, serios, han sacado aspereza. Como otras veces, Finito ha pasado de puntillas y El Fandi ha resuelto con oficio. Daniel Luque ha cortado dos orejas que pudieron ser tres, en una gran tarde.
Varias veces he visto por televisión las lentísimas verónicas que dibujó Finito en Córdoba: ¡qué belleza, qué bien torea! Recuerdo su faena a un Cuadri, en Las Ventas, hace años. Cumple ahora treinta de alternativa. Con más ambición, ¡qué gran torero hubiera podido ser! No es el único caso... El primero empuja en el caballo, recibe un fuerte puyazo y flaquea, sólo le deja trazar una media primorosa. En la muleta, es reservón; insistiendo, logra algún muletazo estético: «Se administra en pildoritas», dice don Hilarión, en ‘La verbena de la Paloma’. Huyendo, se lo quita de en medio. El cuarto echa la cara arriba en dos puyazos, Finito queda
PALACIO VISTALEGRE. Martes, 18 de mayo de 2021. Sexta corrida. Muy pobre entrada. Toros de Fuente Ymbro, serios, encastados y con dificultades.
FINITO DE CÓRDOBA, de maquillaje y azabache. Pinchazo y cinco descabellos (silencio). En el cuarto, tres pinchazos y tres descabellos. Aviso (pitos).
EL FANDI, de nazareno y oro. Dos pinchazos y estocada (palmas). En el quinto, estocada atravesada y descabello (silencio).
DANIEL LUQUE, de grana y azabache. Buena estocada y siete descabellos. Aviso (saludos). En el sexto, gran estocada (dos orejas). inédito con el capote. El toro embiste con brusquedad, el diestro se defiende y –como decían los clásicos– «le quita las moscas», toreando sobre las piernas. Pasa un quinario, con la espada. Ni lo ve claro ni se anima a hacerlo. Habrá que seguir admirando, por televisión, aquellas verónicas.
El Fandi, incombustible, sigue fiel a su espectacularidad con capote y banderillas. Al segundo, bien armado, lo recibe con una mezcla de verónicas y chicuelinas que es habitual pero no me gusta. Sigue luciendo sus grandes facultades con los palos. El toro se queda corto, Fandila muestra voluntad y oficio, mata a la tercera. Recibe con larga de rodillas al quinto, que protesta en el capote, empuja en el caballo. Luce sus facultades en los pares de dentro a fuera y al violín, con un toro que arrea mucho y saca genio, en la muleta. El oficio del Fandi logra que no le desborde su aspereza, no más. Mata pronto pero mal. La recuperación taurina de Daniel Luque ha sido una de las buenas noticias de la pasada minitemporada. Siempre mostró su capacidad pero le faltó regularidad. Ha vuelto a ocupar su sitio de figura. El tercero no se entrega. Saluda Caricol en banderillas. Luque lo ve muy claro, le da la lidia adecuada y le saca muletazos de mucho mérito: primero, el dominio; luego, la estética. Logra un espadazo pero el descabello le priva del muy justo trofeo. El sexto cumple en varas. Daniel lo lidia bien, manda en el toro en series por los dos lados, que unen la emoción a la armonía: una faena que va a más y demuestra su actual momento de madurez. Una gran estocada y dos muy justas orejas. Cualquier artista necesita, ante todo, ver claro lo que quiere hacer –un torero, mucho más– y, luego, ser capaz de hacerlo: cabeza fría y corazón caliente, claridad de ideas y entrega total. Las dos cosas las reúne ahora Daniel Luque.
De temple de acero están hechos los toreros. A esa larguísima lista de auténticos héroes pertenece ya, por derecho propio, con sólo diecinueve años, un joven extremeño que se llama Manuel Perera.