ABC (Castilla y León)

LIBERALIDA­DES

Para Sánchez, esto es una oportunida­d de posar en el helicópter­o, con cascos y gafas de sol

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ES difícil exagerar la influencia de los vecinos del sur sobre nuestra historia. No hace falta retroceder a 711, ni estudiar los siguientes 781 años. Tomemos el último siglo. Con toda precisión: 1921, el Desastre de Annual. Que merezca mayúscula dará idea a los niños de la dimensión de la tragedia. Abd el-Krim no era un mena precisamen­te. De familia poderosa, exhibió de forma premonitor­ia, al empezar la década en que se crearía la Sociedad de los Hermanos Musulmanes en Egipto, cuál iba a ser la opción de quienes son educados tanto en el islam como en la civilidad europea. Hizo el bachillera­to y fue a la Universida­d en España. Salamanca, nada menos. Trabajó para la Administra­ción española. Escribió en la prensa española. Pero pesó más la fidelidad a su clan, gente guerrera, y la adhesión a otros estudios: los islámicos. Bajo su mando, los rifeños infligiero­n a España la herida de Annual, que se infectaría y acabaría provocando sucesivas crisis en cadena: la pérdida de apoyos a la monarquía alfonsina, las protestas, la Dictadura de Primo de Rivera y, por tanto, indirectam­ente, la Segunda República y la Guerra Civil.

Justo cuando llega el declive del franquismo, que es el de Franco, la sombra del vecino del sur se vuelve a cernir sobre nosotros. Y lo hace tan pronto como puede permitírse­lo, con el dictador aún vivo pero en condicione­s tales que sus eventuales decisiones no podrán ser atendidas. Habrán sido unos pocos días en treinta y seis años los que cumplen tan rara condición. Y en esos días, a dos semanas de morir el caudillo, Marruecos invade el Sahara Español en una ostentació­n de la que será su vía favorita de chantaje, la más adecuada a la sensibilid­ad del psicodrama global: la ‘presión demográfic­a’.

Según las categorías de la clase política actual, la marcha verde habría sido una crisis migratoria. Ya en aquella invasión del 75 estuvo Estados Unidos del lado de Marruecos. Como lo estaría cuando lo de Perejil, otro mojón cuyas consecuenc­ias reales no han sido todavía asimiladas por la historiogr­afía oficial. Como lo está ahora, en la invasión por mar de esta semana.

La marcha verde cayó sobre Juan Carlos, Jefe del Estado en funciones, que al eludir el enfrentami­ento en pos de otros objetivos dejó abierto el problema que hoy sigue amenazando nuestra seguridad. Dicen que Franco, terminal, ordenó ir a la guerra con Marruecos. «Está delirando». Como fuere, desde los hechos de noviembre del 75, llevamos 46 años retrocedie­ndo por sistema ante las amenazas, los chantajes y la política de hechos consumados del conflictiv­o vecino en todo lo referido al Sáhara Occidental. España se respeta poco a sí misma, como lo prueba un somero repaso a los gobernante­s de los que se dota. Para Sánchez, esto es una oportunida­d de posar en el helicópter­o, con cascos y gafas de sol, lo que más le gusta del mundo. Expiamos el pecado original de la Transición.

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Fe de ratas
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