La sorpresa de Jaume Giró
una decisión del calibre de investir a Pere Aragonès sin la expresa aquiescencia de Carles Puigdemont. El fugitivo juega a hacer ver que no apoya el acuerdo por la rabia que siente de haber perdido las elecciones, y de haber quedado tercero, pero entendió justo a tiempo que no podía negarse a favorecer la presidencia de Esquerra. Así lo ha hecho, y así lo ha mandado hacer, aunque sea en la distancia.
La mentira, en el centro
De un lado, un Jordi Sánchez soso y encarcelado, pero muy hábil, ha arrasado a Esquerra en la negociación, quedándose los puestos clave del Govern, que en resumen son las carteras que controlan el dinero y los medios de comunicación; y del otro, un Puigdemont escéptico y desganado se reserva el poder hacer saltar la legislatura por los aires cuando interprete que está en disposición de ganarle unas nuevas elecciones a ERC con la promesa, que por supuesto tampoco cumplirá, de proclamar la independencia al día siguiente de ser investido presidente. Una investidura que tampoco se producirá porque, como ya tuvo la ocasión de demostrar, no piensa asumir el riesgo de volver a España y ser encarcelado. Elsa Artadi, que como Feijoó es muy cobarde, ha preferido no ensuciarse y esperar una ocasión más clara.
La mentira permanece en el centro de la política catalana. La mentira de los partidos y de los líderes independentistas, por descontado; pero sobre todo la mentira de la mitad de los catalanes, que manifiestamente han votado que les continúen engañando.