ABC (Castilla y León)

Karima Benyaich, la princesa de la diplomacia

La hija del médico del Rey Hassan II y de una bella granadina media desde Rabat en el conflicto desatado entre Marruecos y España

- PILAR VIDAL

a embajadora de Marruecos en España está ejerciendo de mediadora tras el conflicto diplomátic­o desatado esta semana. Karima Benyaich fue llamada a consultas el pasado martes y se trasladó a Rabat el miércoles a primera hora para alcanzar una solución a la crisis. Aunque desde el Gobierno marroquí su ministro de Exteriores, Naser Burita, aseguró que «no regresará mientras dure la crisis», que no es otra que la entrada del líder del Frente Polisario, Brahim Ghali, enemigo de Marruecos con pasaporte falso, a territorio español el pasado 18 de abril, donde fue ingresado en un hospital de Logroño en estado grave.

A Karima le espera un periplo de varios días que la llevará también a visitar Marrakech e incluso pasar por Doha. Pero está segura que encontrará­n una salida al conflicto que la traerá de vuelta a su residencia oficial de Puerta de Hierro en Madrid, donde se mezclan las culturas marroquí y española y donde vive desde 2018 cuando el Rey Mohamed VI le confío el

Lpuesto, siendo la primera mujer en ocuparlo. Ambos nacieron en 1963 y se han criado como hermanos aunque no tengan la misma sangre. En el palacio de Dâr-al-Makhzen en Rabat, residencia principal del actual rey y que heredó de su padre Hassan II, había cuatro pupitres, uno de ellos lo ocupaba Karima y el otro su hermano Mohamed Fadel, quien fue embajador de Marruecos en nuestro país, antes que ella. Pero para entender la fascinante vida de Karima hay que remontarse al pasado.

Granada 1951. Llega a la ciudad un joven de 19 años nacido en Larache (protectora­do español) y cuyo hermano trabaja como chandelier del Rey Hassan II. Quiere estudiar Medicina pero el cante pasó a ser otra de sus vocaciones y el amor también se le atravesó. Fadel Benyaich comenzó a frecuentar La Platería, un santuario del flamenco en pleno corazón del barrio del Albaicín y que había sido fundada oficialmen­te dos años antes de su llegada. Allí se reunían a las siete y media de la tarde y concluían a las doce en punto. Entre cigarrillo­s de liar y vino blanco de Valdepeñas se arrancaban a cantar. La que mejor se le daba a Fadel era la soleá y la seguidilla. En sus paredes cuelgan hoy

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