Mucha mediocridad y un golazo
▶ El Barça cierra una discreta temporada con un triunfo sin gracia ante el Eibar
Tú un día te iluminas y le compras un bolso en Hermès a tu mujer, pero por mucho que te gastes tus 6.000-7.000 euros, si al día siguiente la asistenta llega a tu casa con el mismo bolso, estás completamente jodido y lo único realista que puedes hacer con tu regalo es tirarlo a la basura. Por eso, y pese a la rivalidad, si el Barça no puede ganar la Liga o la Champions, ha de querer siempre que la gane el Madrid, para no devaluar el trofeo dando la impresión de que lo puede ganar cualquiera. Sólo lo elitista hace ilusión y da prestigio. Un club privado es en esencia un lugar donde los demás no pueden entrar.
Esto los culés, demasiado resentidos, demasiado provincianos, demasiado acomplejados y revanchistas en lo inmediato, no suelen entenderlo, y les puede lo cantonal por encima de una idea clara del poder y de la Historia. Al barcelonismo todavía le excita más que el Madrid pierda que la gloria de sus propias victorias. Si el sueño americano consiste en que muchos pobres voten a políticos liberales porque piensan que cuando se hagan ricos van a beneficiarse de ellas, la depresión barcelonista, y catalana, no es capaz de hacer su cálculo en la confianza de que el año siguiente va a querer ganar un campeonato que la invasión de los bárbaros no haya degradado.
Éste era el paradigma, el arquetipo de la última jornada. El Madrid y el Atlético empezaron perdiendo y el Eibar, que nada podía hacer para evitar m.81: Griezmann (Comité aragonés. Amonestó a Júnior Firpo, Busquets y Araújo. el descenso, era manifiestamente superior a un Barça plagado de suplentes. Lamentable final de los barcelonistas, que corrían el riesgo de acabar cuartos. La dignidad del Eibar, dando la cara hasta el final pese a su destino inevitablemente trágico, contrastaba con la apatía, con la desgana, con la frustración de Koeman y de su equipo. Tanto Mendilíbar como el holandés parecían estar cerrando un ciclo, pero de una forma muy distinta. Lo de los dos Madriles perdiendo, como si la Liga fuera algo despreciable, constituía también un fiel retrato de nuestra era angustiosa, impredecible y destartalada. Los descansos llegaron con los dos aspirantes siendo derrotados y el Barça empatando en casa del colista, superior en todo a los azulgranas, que no crearon ni una sola ocasión en toda la primera parte. Es verdad: ¿a quién le importa? A nadie.
Jornada, pues, de bolsos baratos, con muy poco nervio, con muy poca gracia. Todo estaba como encharcado. Lo del Barcelona era degradante, en la línea de las últimas jornadas, pero sólo por la abstracción de lo que el Madrid representa se le podía comparar con un bolso de Hermès, porque por lo que estaba jugando en Valdebebas la metáfora no daba para más que para una bolsa del Caprabo. La Liga se desvanecía como había transcurrido, con muy poca importancia, con el total desinterés de sus candidatos a ganarla, mereciendo los señores de la casa que al final la ‘minyona’ se quedara con la casa.
El futuro de Koeman
Yo francamente no sé lo que el presidente Laporta piensa hacer con Koeman, aunque pueda imaginarlo. Pero pese al desencanto del desenlace de esta temporada, me dio pena verlo todo el partido sentado en la penumbra del banquillo. Solo, apesadumbrado, como si no tuviera ni fuerzas para despedirse y sintiera el peso de habernos fallado. Es cierto que nos ha fallado, pero el álbum de cromos permanecerá intacto. El Atlético remontaba en Valladolid. La Liga se decantaba como en El Gatopardo. El Madrid finalmente logró un inútil triunfo. El Barça hacía lo que podía y no podía hacer casi nada. Busquets era la viva imagen de la impotencia, viendo la amarilla por protestar sin ningún objeto una absurda falta en el medio campo. Todo se hundía en la vulgaridad. Todo era de una mediocridad hiriente, detestable. Sólo una casi chilena de Griezmann, golazo, iluminó una tarde de desoladora oscuridad. Barça y Madrid tendrán que pensar muy seriamente en tirar a la basura buena parte de su colección de bolsos si no quieren volver a hacer este deplorable ridículo el próximo año.