Un San Isidro de sangre y gloria
▶ En medio de los percances, la Feria de Vistalegre ha estado marcada por faenas para el recuerdo
Ha sido muy bueno, sin duda, el resultado de la llamada Feria de San Isidro, en el Palacio Vistalegre: once tardes seguidas, desde el 13 de mayo hasta el domingo 23, que han incluido nueve corridas de toros, una novillada y un festejo de rejones. Desde que se anunció por la empresa Matilla, llamaron la atención positivamente los carteles, bien conjuntados. Discutieron algunos aficionados su rótulo, por sustituir al mes tradicional de corridas –todo mayo– en Las Ventas, sin ninguna explicación. No les faltaba razón. También temían que el nivel de exigencia, en el ganado, disminuyera. La sucesión de tardes emocionantes –graves percances y grandes faenas– disipó todas las dudas. «Ha sido una gran Feria: ha habido toros y toreros», escucho el resumen de un veterano aficionado.
El lunar fundamental ha sido la pobre asistencia de público, salvo en las tardes de primeras figuras. A pesar de tener una estación de Metro casi a la puerta, a muchos madrileños les ha dado pereza desplazarse hasta los Carabancheles: un mal síntoma sobre su afición. A eso se ha unido una barahúnda de voces, sin respetar a los toreros.
LAS CORNADAS. Han saltado a los titulares de los periódicos varias graves cornadas. Ante todo, la de Juan José Domínguez, de la cuadrilla de Roca Rey, el día 19, al banderillear al primer toro, de Vegahermosa, en el hemitórax izquierdo, con cuatro trayectorias y fractura de costillas, de pronóstico muy grave. La dramática forma de prenderlo por la espalda recordó a algunos las tragedias de Montoliú y El Yiyo. Felizmente, se está recuperando. Esa misma tarde, Pablo Aguado se volcó al matar al sexto, de Núñez del Cuvillo, y sufrió una cornada en el tercio medio del muslo derecho, con dos trayectorias, de pronóstico grave.
En la clínica han coincidido los dos con el novillero Manuel Perera, que todavía no ha cumplido veinte años. El día 17, al entrar a matar, recto como una vela, al tercer novillo de El Freixo sufrió una impresionante cogida de dos trayectorias en la fosa ilíaca izquierda, con arrancamiento de epiplón, de pronóstico muy grave.
Juan Ortega maravilló con su toreo añejo; debajo, Manuel Perera, acompañado de Padilla, abandonó ayer el hospital
CINQUEÑOS Se han lidiado muchos toros de cinco años, con mayor seriedad y sentido
Resumió Juan José Padilla, su apoderado: «Le ha sacado todo el paquete intestinal». Gracias a Dios –y al equipo médico del doctor Crespo–, los tres están ya en proceso de recuperación. ¿A qué se deben tantos percances? Además de la entrega de los diestros, lo atribuyen algunos a que, ahora mismo, por la pandemia, se están lidiando habitualmente reses de más edad y mayor sentido. En todo caso, esa posibilidad forma parte de la Fiesta y contribuye a su grandeza.
LOS TOROS. Se eligieron algunas de las ganaderías que ahora mismo más lidian, con el habitual predominio del encaste Domecq. Sólo Adolfo Martín, en el último festejo, ha traído la emoción de las divisas toristas.
Han dado buen juego los de Alcurrucén y García Jiménez; complicados, El Pilar, Fuente Ymbro y Victoriano del Río. No es de extrañar que hayan dado toros sueltos excelentes, que han propiciado el triunfo, las divisas más comerciales, Garcigrande y Juan Pedro. Extraordinarios, los novillos de El Freixo. En general, ha sorprendido la seria presentación de la mayoría de las reses, por encima de lo exigido en una plaza de segunda; la mayoría, cinqueños (algunos, en camino de los seis años). Está claro que, por la pandemia, los ganaderos tienen muchas reses disponibles: cuando la presentación no sea la adecuada, no habrá excusa.
LAS MEJORES FAENAS. El muy amplio podio de los triunfadores lo encabeza la exquisita naturalidad de Juan Ortega, que enlaza con el toreo sevillano clásico. Diego Urdiales dio una tarde feliz, de impecable clasicismo. El Juli ha confirmado su rotunda seguridad. Roca Rey arrolló, en su primera tarde, con su gran ambición. Nos deleitaron las verónicas y ayudados a dos manos de Morante (que, al final de la Feria, decidió cortar con Matilla, su apoderado). Mostraron su plena consolidación Ginés Marín y Daniel Luque. Volvió a triunfar Paco Ureña. Dibujó verónicas Pablo Aguado. Y el novillero Tomás Rufo logró una faena completa, con el temple de la escuela toledana.
El resumen es muy claro: ha habido muchas cosas emocionantes en esta Feria, tanto en lo triunfal como en lo trágico. Quedará en el recuerdo.