Paulo Mendes da Rocha (1928-2021)
Un arquitecto responsable
La muerte de Paulo Mendes da Rocha el pasado domingo, significa el fin de un tiempo heroico y glorioso de la arquitectura brasileña. Dos vertientes se distinguen en ella: la carioca, encabezada por Oscar Niemeyer; y la paulista, de la que él fue uno de sus máximos representantes. No fue sólo un arquitecto excepcional, sino también un docente comprometido que deja tras de sí un sólido legado.
Creó su estudio en 1955, un año después de concluir sus estudios en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Presbiteriana Mackenzie. Adherido a la Escuela Paulista Brutalista, en 1958 ganaba el concurso para la construcción de la que sería una de sus obras más notables, el Gimnasio del Club Atlético Paulistano. En ella desplegó algunos de los elementos más característicos de esta escuela y haciendo patente la gran influencia que la arquitectura de João Vilanova Artigas ejerció sobre él. Comenzó a ejercer la docencia en 1961, en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Sao Paulo, durante un periodo en el que la universidad era escenario de un profundo debate social y de una intensa discusión en torno al rol social del arquitecto, enfrentada a las posturas de la dictadura militar que se impuso en el país entre 1964 y 1985.
Constantemente más preocupado por la ciudad que por los edificios, este arquitecto nacido el 25 de octubre de 1928 manifestaba en 2011: «Para mí la gran cuestión de la arquitectura hoy no son los edificios sino la ciudad para todos, sin discriminación entre pobreza y riqueza, entre vivienda social y no social. ¿Cómo puede una vivienda no ser social? ¿Con sanitarios de oro? Sociales somos todos, y no se trata de una igualdad basada en un socialismo ingenuo, sino en un pragmatismo técnico».
Esa preocupación honesta y realista por la sociedad fue el principal mérito destacado por el jurado del premio Pritzker, galardón que recibió en 2006 y que exaltó cómo su comprensión de la arquitectura consistía esencialmente en «responder a la eterna cuestión del habitar humano». «Sus respuestas son simultáneamente clásicas y audaces: una nueva ‘força’ geográfica para una nueva sociedad», destacaban. A ese reconocimiento se sumaron, entre otros, el II premio Mies van der Rohe de Arquitectura Latinoamericana por su proyecto en la Pinacoteca de Sao Paulo (2011), el León de Oro de la Bienal de Venecia y el premio Imperial de Japón (2017), la Medalla de Oro RIBA (2017). Hace apenas un año recibió la Medalla de Oro de la Unión Internacional de Arquitectos (UIA).
De las seis décadas que ha abarcado su carrera hay que destacar obras como su propia vivienda (1964); el Pabellón brasileño en la Feria Internacional de Osaka, Japón, realizado junto con Júlio Katinsky y Ruy Othake (1969); el Museo Brasileño de Escultura (Sao Paulo ,1986); la reforma del Centro Cultural de la FIESP (Sao Paulo, 1999) o las nuevas instalaciones del Museu Nacional dos Coches (Lisboa, 2008). En la primera década de los 2000 estuvo trabajando en un plan maestro para el campus de la Universidad de Vigo.