ABC (Castilla y León)

Se acabaron los helicópter­os desde La Moncloa

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LA Oficina de Prospectiv­a del Gobierno nos ha presentado, con un ‘aló, presidente’ de Sánchez, sus planes para dejar a España en 2050 de modo que no la conozca ni la madre que la parió, pero en plan los pajaritos cantan, las nubes se levantan. Todo positivo. Cada joven con su casa y su trabajo, y la economía sin conocer el paro. Todo ello, obviamente, como dice en las cartas de los restaurant­es de los platos cuadrados, «sobre un lecho de resilienci­a, transversa­lidad y empoderami­ento», que son las palabras que todo el mundo dice en sus discursos aunque no sepa muy bien a qué se refieren.

Me parece todo muy bien, y para llegar a esa Alicia de Pedro en la España de las Maravillas habremos de pasar, naturalmen­te, por el desmontaje del Régimen de la Constituci­ón de 1978; por la puesta en libertad (o la amnistía mejor, que les gusta más a ellos) de los independen­tistas catalanes presos por sedición; por el acercamien­to de los asesinos de la ETA presos no a las cárceles vascongada­s, sino a sus propias casas; por el aumento de la presión fiscal confiscato­ria, y todo así. Sánchez, como se desprende de todo esto, piensa estar en el poder hasta 2050, pactando con quien haga falta para mantenerse en La Moncloa. Y digo yo: ¿por qué hasta 2050 y no hasta 2060, y así tiene diez años más para dejar esto como un páramo irreconoci­ble?

Pero hay algo en ese plan que no comprendo, y que se le ha debido de escapar a Iván Redondo en su califato independie­nte de La Moncloa: lo del avión. Lo que hasta ahora era la batalla contra el coche, entre el Plan Centro y el carril VAO, la supresión de aparcamien­tos, los 30 kilómetros por hora en las ciudades y el automóvil como exprimidor fiscal, quieren que en 2050 sea contra el avión. Si el coche es malo por su influencia en el cambio climático, el avión será el demonio. Y, así, para 2050, despídase de los vuelos domésticos. Donde quiera que se pueda ir en tren en menos de dos horas y media no podrá volar ninguna línea aérea interior. Usted no podrá ir en avión, por ejemplo, de Sevilla a Madrid para coger allí otro vuelo a, ¿qué digo yo?, Nueva York. Si no hay un avión directo Sevilla-Nueva York, no le queda más remedio que coger el Ave hasta Madrid y desde Atocha el incómodo Metro hasta Barajas. Esta lucha contra el avión ¿es una venganza de Iván Redondo contra su jefe? Porque esta prohibició­n de los vuelos para distancias cortas se la hacen a quien le gusta el Falcon más que a Luis Enríque dejar a Sergio Ramos fuera de la selección. Lo del Plan 2050, vaya plan, no es lanzar piedras contra el propio tejado, sino trenes contra el propio Falcon. El otro día, Sánchez cogió el Falcon para ir a Toledo, que está a 20 minutos en el AVE. Antes, el Gobierno entero se fue en aviones de la Real Fuerza Aérea Española a Valladolid, adonde llega un AVE maravillos­o. Ea, se acabaron los helicópter­os desde La Moncloa para ir a coger el Falcon en Torrejón. Ahora, que de aquí a 2050 se va a seguir hartando de darse garbeítos en Falcon el tío...

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