TODO IRÁ BIEN
Cataluña es una guerra entre bandas y unas cuantas de ellas, las que más sucio pelean, están en el Govern
MIENTRAS Pere Aragonès tomaba posesión del cargo de presidente de la Generalitat, una banda de asalto de la CUP tomaba una sede de Esquerra en protesta por el desahucio que en aquel momento se estaba llevando a cabo en un bloque de pisos de Barcelona. Cataluña es un problema entre bandas. Àngel Colom, el líder de ERC que en su día firmó con Rafael Vera la disolución de Terra Lliure, dijo que «lo que hay a la izquierda de Esquerra es un problema de la Guardia Civil». Bien, ahora es un problema de la Brigada Móvil de los Mossos, que ayer se empleó como es debido. Si este nuevo Gobierno quiere reconstruir algo, tendrá que empezar por la Ley y el orden, que en estos momentos no sólo no tienen ningún prestigio en Cataluña sino que se asocian directamente al franquismo.
El problema del independentismo no fue ni siquiera que tenía por delante el imposible reto de romper España, sino que su sueño estuvo muy poco elaborado y construido con materiales innobles, ideas blandas, estúpidas y equivocadas, y personas de una gran cobardía y mediocridad. El problema del independentismo es la CUP, y Esquerra con su afectación feminista de maruja cursi, que en la toma de posesión llevó a que una mujer que parecía tener graves problemas de tránsito intestinal interpretara ‘Els Segadors’ cambiándolo por ‘las segadoras’, en otra lamentable demostración de cómo al independentismo le basta con el simulacro. No ha habido nunca una guerra o confrontación con España, sino sucesivas reyertas, de más o menos intensidad, entre bandas rivales. En el único momento en que pareció que los ánimos podían caldearse, el Supremo bajó el balón y aquí no ha pasado nada.
Ahora Aragonès quiere hacernos creer que los suyos se han reformado y están dispuestos a actuar como personas normales. Es el típico discurso que tantas veces hemos escuchado justo antes del próximo asalto a la farmacia. Es verdad que parecen un poco más formales pero es todavía más cierto que aún viven en el delirio de que la independencia es posible, de que España les debe algo y que conseguirán pactar un referendo con el Estado. Es verdad que lo que en los últimos días ha dicho Aragonès no es lo que en su momento dijeron Carles Puigdemont o Quim Torra, pero él y sus acompañantes continúan siendo personas de muy poco nivel y de ninguna categoría.
Cataluña es una guerra entre bandas y unas cuantas de ellas, las que más sucio pelean, están en el Govern; pero en las conversaciones de los bares, en lo que se enseña en las escuelas y en lo que razonan sobre el tema incluso personas valiosas e inteligentes se constata el verdadero y profundo atraso político y moral de una sociedad confundida, extraviada y arrasada, cautiva y desanimada, y que aún busca algo mágico, exculpatorio y naturalmente falso en lo que creer, porque está tan desacostumbrada a la realidad como los gatos en la noche que cruzan la carretera y quedan paralizados por los faros de los coches.
EL larguísimo hilo del pensamiento occidental se remonta al siglo V antes de Cristo. A Parménides de Elea se le considera el padre de la metafísica, porque soltó aquello de «lo que es no puede no ser», que parecerá una simpleza, pero tenía tanta enjundia que espoleó debates que ni hoy han concluido. El aforismo más recordado de aquella noche de los tiempos se lo debemos al griego presocrático Heráclito de Efeso, que observó: «Ningún hombre puede bañarse dos veces en el mismo río» (hoy el bueno de Heráclito tendría que decir: «Ningún hombre o mujer puede bañarse dos veces en el mismo río o ría, pues perjudicaría a la Transición Ecológica»). Luego vino Sócrates, reconociendo cual ministro de Podemos que «solo sé que no sé nada»; y Platón, con su caverna y su demiurgo, y Aristóteles, cuya sensatez y claridad le otorgaron un dominio de siglos. En la sexta centuria, san Agustín de Hipona, luminaria del cristianismo, reconocía su impotencia ante el enigma del tiempo: «¿Qué es el tiempo? Si nadie me lo pregunta lo sé. Pero si debo explicarlo ya no lo sé». En el XVII emergió Descartes con su celebérrimo «pienso y dudo, luego existo». Y más tarde Kant, intentando fijar un principio moral universal: obra de tal manera que tus actos puedan servir como patrón general. Y Hegel, Marx, Wittgenstein...
Por supuesto la apasionante historia de la filosofía no ha concluido. Lo que pasa es que nos cuesta reconocer el genio coetáneo. Por eso es de justicia ensalzar las aportaciones de la pujante escuela española conocida como Nuevas Filósofas, de la que forman parte Carmen Calvo, creadora de la ‘Teoría de la Poliidentidad Sanchiana’ (según nos ha explicado, Mi Persona alberga en un solo cuerpo dos personas distintas, perfectamente disociadas, el presidente y el jefe del PSOE); o la brillante Irene Montero, autora de la ‘Metafísica de las Identidades no Binarias’, cuya teoría –resumiendo mucho, pues estamos ante una pensadora profunda– viene a decir que cualquiera podemos ser un gachó o una tía según el humor con que despertemos.
Pero mi debilidad es una filósofa trianera de 55 años, María Jesús Montero, Marisu para los amigos, que con sus hallazgos metafísicos sigue la estela de otros grandes médicos humanistas, como Avicena, Locke o Marañón. En las cátedras más prestigiosas de Lógica ya se debate su explicación sobre la llegada a España del líder del Polisario: «No entró con una identidad falsa, sino con una identidad distinta». En las cátedras de Derecho Constitucional se analiza su hallazgo de la rueda de prensa de ayer: «La mesa de diálogo ha de servir para reforzar los lazos afectuosos entre España y Cataluña», cita que deja literalmente a Cataluña fuera de España. Los más potentes algoritmos intentan descifrar otro logro, también de ayer: «Probablemente la pregunta la podríamos convertir la respuesta» (sic).
Tener una ministra portavoz que en realidad no responde a nada y que ni siquiera sabe hablar con claridad es una coña. Pero como decía Anaxágoras (500-420 a.C.): «Si me engañas una vez, la culpa es tuya. Si me engañas dos, es mía». Hay apetito de urnas.