ABC (Castilla y León)

Policía, Bomberos y Ejército se echan la culpa de los fatales errores que condujeron en 2018 al desastre de Mati, en el que 102 personas murieron víctimas del fuego. Hay pruebas de que se falsificar­on informes para ocultar responsabi­lidades. Para los 18 a

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En agosto de 2018 el paraíso vacacional de Mati se convirtió en una ratonera mortal cuando las llamas engulleron este pequeño pueblo de la costa griega, que se encontraba lleno de veraneante­s. Aquella tarde noche se incurrió en muchos errores, pero la magnitud del horror se fue descubrien­do días después, a medida que se fueron encontrand­o los cadáveres. Algunos de ellos apareciero­n abrazados entre sí; unos perecieron calcinados o asfixiados por el humo y otros ahogados en el mar, al que huyeron para protegerse de las llamas. Las imágenes y los testimonio­s de los supervivie­ntes y los testigos provocaron el espanto. Ahora, Policía, Bomberos y Ejército se echan la culpa entre ellos de los fallos cometidos entonces.

Tras dos años de investigac­iones, el juicio por el incendio de Mati ha entrado en su recta final. Toca depurar responsabi­lidades y desvelar qué ocurrió en este municipio, situado en la región del Ática, la tarde noche del 23 de julio de 2018, cuando 102 personas perdieron la vida en el mayor incendio registrado en la historia del país.

Mati es un enclave situado a 19 kilómetros de Atenas que estaba lleno de modestas residencia­s de veraneo rodeadas de pinos. El día de autos hacía mucho calor, 39 grados, y en otra parte del Ática, la zona de Kineta, esa misma mañana se había registrado un

Antes y después

El fuego arrasó cientos de casas en el pequeño pueblo de Mati (sobre estas líneas). Ahora (arriba, a la izquierda) se muestra libre de restos pero muy lejos de la normalidad fuego, aunque no causó víctimas mortales. Otro, que días después se comprobarí­a que fue accidental, se desató a primera hora de la tarde en la ladera del monte Pendeli, que se encuentra entre el norte de Atenas y el mar. El viento comenzó a soplar con fuerza, a más de cien kilómetros por hora, y las llamas se propagaron con mucha rapidez hasta alcanzar distintas construcci­ones, entre ellas un monasterio, Lirio, cuya iglesia se salvó milagrosam­ente, según relataron las monjas ortodoxas a ABC entonces.

Azuzado por el vendaval, el fuego continuó su loca carrera, llegó a zonas habitadas y hasta el borde del océano, dejando tras de sí un reguero de casas, comercios y coches abrasados en Mati y Kokkino Limanaki.

«Nadie nos avisó», comenta entris

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