Almudena Sánchez narra su tránsito por la enfermedad en el libro ‘Fármaco’
«Prefiero morirme a volver a tener una depresión» ▶
A Almudena Sánchez (Mallorca, 1985) la depresión le llegó sin preaviso, como siempre ocurre, de manera silenciosa, hace unos años. Ella, que siempre había desprendido luz, e iluminaba todo cuanto tocaba, se vio, de pronto, arrastrada por «la enfermedad más grande, invisible, inesperada, destructiva, egoísta, insana, paranoica, desaliñada, mugrienta y tendenciosa» que ha tenido. Al principio, era incapaz de hacer nada. No leía, ni escribía, y apenas comía. Sólo lloraba, tirada en el sofá, y le daba vueltas a la cabeza. Pero, con el paso del tiempo, y a medida que los medicamentos empezaron a hacer efecto, le entraron ganas de explorar el tema. Y se decidió a hacerlo desde el punto de vista literario, claro. Primero, escribió a mano algunas notas, y luego, poco a poco, fue armando una narración que desembocó en un libro, ‘Fármaco’ (Literatura Random House), honesto y necesario, tan alejado de los manuales de autoayuda que parece cosa de pura ficción. «El libro surgió de manera espontánea, y cuando me encontraba ya un poco mejor, porque antes era imposible. Jamás pensé escribir algo tan íntimo, tan privado, autobiográfico y personal, pero es que me estaba ametrallando la cabeza la depresión. Al final, la vida te dice lo que tienes que ir escribiendo, y yo me dejé llevar por lo que en ese momento me estaba pasando», asegura la autora, en conversación con ABC.
La frase que más escuchó durante el tiempo que estuvo en tratamiento fue «Almudena, tú eres fuerte». Pero se sentía débil, necesitaba que cuidaran de ella, que la empujaran a seguir viviendo. Tuvo que lidiar con la vergüenza que le provocaba tener que contárselo a su familia, admitir su fragilidad, profundamente humana. «Somos seres débiles. Yo me sentí fatal cuando me diagnosticaron depresión. Incluso cuando tienes cáncer te atreves a decirlo, y tienes mucho apoyo alrededor, es una enfermedad socialmente aceptada, pero la depresión no, la llevas como una carga». El origen está, según ella, en la difícil relación que tenemos con la tristeza. «La depresión se debe a que no estamos bien educados en la tristeza. Tenemos que dejar de ver a los depresivos como unos fracasados. No hay fracaso en la enfermedad, las enfermedades son enfermedades y ya está, todas».
Aunque Almudena ‘ahora’ se siente curada, ya no toma nada, ni va al psiquiatra, el miedo a tener una recaída no ha desaparecido. «Cada día duermo pensando: ojalá no vuelva a tener esto. Prefiero morirme a volver a tener una depresión, es mi mayor terror», confiesa. De lo que sí ha logrado liberarse, en parte, es del sentimiento de culpa, que «está ahí todo el tiempo, porque parece que tú has elegido estar así. Pero he decidido que ya está, que he padecido una enfermedad, realmente, y que la he sentido en el cuerpo, que ha sido devastadora. Para mí, ha sido peor que un cáncer».
Ahora, la autora lee el libro surgido de todo aquello y no se reconoce, convencida de que «es algo que no podría volver a revivir de esa manera». Queda su testimonio, el tránsito por ese trozo de vida extraño y fantasmagórico, pero dolorosamente real.