ABC (Castilla y León)

Alejandro Fernández Pérez (1932-2021)

Fundador de Pesquera de Duero Puso Ribera del Duero en el mapa y fue tractor de las empresas de la zona

- MÓNICA MUÑOZ BLANCO

Decir Alejandro en el sector del vino era decirlo todo. Nació en 1933 y a lo largo de su vida, durante 88 años, fue un hombre memorable. Recuerdo a Alejandro siempre sonriendo, ilusionado. Para Alejandro no había días, ni horas, solo había campo, familia. Alejandro se recorrió el mundo llevando bajo el brazo una botella de vino y una bandera de España, que le arropó hiciera frío o calor.

Alejandro siempre fue Alejandro, hablara con el Rey, con gente famosa o con gente de campo, nadie le era indiferent­e y a nadie era indiferent­e. A Alejandro le gustaba la vida y tuvo la vida que quiso vivir, la vivió como la fuerza de la naturaleza que era, apasionada e intensamen­te. Feliz entre sus viñedos, su remolacha que tanto le dio en la vida, y sus mujeres; porque Alejandro fue el primer feminista del vino, aunque solo fuera por tanta mujer como trajo al mundo.

Alejandro puso Ribera del Duero en el mapa, y fue tractor de las empresas de la zona, un hombre con una voluntad de hierro, y una capacidad enorme de crear, de emprender, de luchar. Alejandro Fernández era Alejandro, un hombre que hacía las cosas a su manera, con tesón, con carácter. Nada se le ponía por delante.

Cuando Alejandro y Esperanza empezaron en la Ribera, el vino lo tenía todo por decir. Así, como el que no quiere la cosa, levantó cuatro bodegas y un hotel, legado de riqueza para una comarca. El ilustre Alejandro Fernández, que recibió tantos premios, agradeció especialme­nte la Medalla al Mérito del Trabajo que le concediero­n por su extraordin­aria labor, pero él considerab­a mejor premio a cada una de sus hijas y nietos, que eran para él su alegría y su razón.

Me concedió muchas veces el privilegio de pasear por las viñas junto a él, hablándome de sus proyectos, de su historia, de su familia, la que yo aprendí a amar a través de sus ojos, de sus palabras y sus canciones, porque a Alejandro le gustaba cantar. Y así conocí a Esperanza, inagotable presencia discreta y silenciosa, mujer de las de antes, compañera en la sombra tantos años. Y a sus hijas, castellana­s, valientes, duras, invencible­s, y ahora a sus nietas, floreciend­o orgullosam­ente para trasladar al mundo una leyenda. Una responsabi­lidad, pese a todo, que defienden con amor y lealtad, más allá de cualquier duda. Me consta.

Alejandro ha vuelto a la tierra que tanto le dio. Nada, segurament­e, le habrá gustado más que darse entero, quedarse en ella, floreciend­o cada primavera en un viñedo, viendo el sol y respirando el aire de su Pesquera querida. Esa Pesquera de Duero que grabó en su piel de sol y las etiquetas de su vino, para que la vieran todos, para que quedara para siempre. Cuando llegues al cielo, Alejandro, el Señor te preguntará si le has llevado un vinito, y seguro que tú, como siempre hacías, podrás decirle: sí, Señor, aquí le traigo un poco de la sangre de mis venas, que son fruto de la vid y del trabajo del hombre, para tu mayor gloria. Descansa en paz.

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AFP
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