Bernd Bergmair Desenmascaran al magnate de la pornografía infantil
de esta clase de vídeos cuando el primer ministro, Justin Trudeau, «se autodenomina feminista y se enorgullece de los esfuerzos de su Gobierno para empoderar a las mujeres en todo el mundo». «El sitio está infestado de vídeos de violaciones. Monetiza abusos a menores, pornovenganzas, vídeos de cámaras ocultas de mujeres duchándose, contenido racista y misógino e imágenes de mujeres asfixiadas en bolsas de plástico», describía Kristof. «La búsqueda de ‘niñas menores de 18 años’ o ‘14 años’ conduce en cada caso a más de 100.000 vídeos». Aportaba la entrevista de una adolescente que fue secuestrada y violada para colgar el vídeo.
El punto de partida de la investigación de ‘Tortoise Media’ fue el interrogatorio a los gerentes de MindGeek este año ante el comité de ética canadiense. Se preguntó a David Marmorstein Tassilo (director de operaciones de MindGeek Canadá) y Feras Antoon (director ejecutivo de MindGeek Canadá) sobre los ingresos y beneficios de la empresa y el trasvase de fondos a sus subsidiarias. Apareció el nombre de Bernd Bergmair, residente en el pequeño pueblo de Ansfelden, en Alta Austria. Nació en 1968, creció allí y se formó como gestor agrícola. Sus contactos le permitieron trabajar como consultor de gestión en McKinsey y fue socio de Goldman Sachs en Nueva York. En 2006, lanzó su primera web de pornografía. Invirtió gran parte de su fortuna, que alcanza los 1.400 millones de dólares, en bienes raíces en Austria. También posee inmuebles en Canadá y el Reino Unido y está casado con la modelo brasileña Priscila Bergmair, una bloguera de moda que declaró antes de huir: «Mi marido no quería estar en esto. Es algo, tal vez, en lo que el Gobierno tiene que trabajar para hacer reglas». oco se han visto las imágenes de Ceuta. El hotel de Abascal asediado, insultos, lanzamientos de objetos y violencia contra la Policía. Vox ha sufrido agresiones en el País Vasco, Cataluña, Vallecas (frontera de Nuestros Barrios) y Ceuta. Se ha intentado ignorar, o invertir la responsabilidad, como si la culpa fuera un poco de Abascal, que «provoca», «agita»... Antes de un acto político, Vox tiene que preguntar, primero, si es pertinente, si no molesta mucho. Porque tampoco les gustaba cuando «rompía la unidad» en los actos de politización de los uxoricidios. Memorable imagen de Almeida reconviniendo a Ortega Smith. Ni Madrid, ni Ceuta... ¿dónde pues?, ¿cuándo? Que digan en qué lugares pueden y acaban antes.
La negación del derecho de manifestación a Vox en Ceuta es asunto grave. Se parece a declarar una ‘no-go zone’ política donde pueden llegar ilegales pero no diputados, algo que no es enteramente España. Como si no pudiese hacerse política en Ceuta. Tampoco en Ceuta.
Por mucho velo y confusionismo que se proyecte, es difícil negar que Vox recibe violencia. Ha sucedido tantas veces que podemos atrevernos a observar una pauta en los otros. Una actitud de tolerancia, de comodidad, de perversidad. No abre portadas, no indigna.
En los términos ultra, extrema derecha o fascista hay ya una violencia conceptual grande, pero además se enfrentan a un clima de hostilidad creado con omisiones y acusaciones, y quizás sea hora de encontrar una palabra para denominar a estos políticos, periodistas, escritores/toras, tertulianas rampantes, academiquillos y cogitadores orgánicos varios que justifican la violencia o solo la naturalizan; quienes la inducen con sus adjetivos y la relativizan con su indiferencia; quienes crean el clima, climatizadores. ¿Cómo llamarles? ¿Colaboracionistas? ¿Totalitarios? ¿Replicas de la borroka antiespañola? ¿Esclavos de lo paraestatal que se entendió con ETA? ¿Encubridores? Tiene que ser algo que describa su falsa altura moral, y su colaboración con una inercia y un ‘statu quo’ que otros, sus consentidos, defienden con gesto violento.
Que digan en qué lugares sí puede manifestarse Vox y así acabamos antes
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