ABC (Castilla y León)

Armada y Barrionuev­o, los otros dos precedente­s

- I. VEGA MADRID

De acuerdo a los datos de la Fundación Civio, que procesa informació­n del Boletín Oficial del Estado, en España se han concedido 10.652 indultos desde el año 1996, pero no hacen falta todos los dedos de una mano para encontrar aquellos de los denominado­s ‘políticos’ que, a priori, pudieran ser homologabl­es a los que se piden para los condenados por el ‘procés’. Son tres: los del general Alfonso Armada, el exministro José Barrionuev­o y el ex secretario de Estado Rafael Vera. Sin embargo, un repaso por las circunstan­cias que rodearon cada expediente revela que las condicione­s distaban mucho de aquellas en las que ahora se presume que el Gobierno de Pedro Sánchez concederá el perdón a los líderes soberanist­as.

Alfonso Armada fue condenado a 26 años, ocho meses y un día de reclusión mayor por encabezar junto a Jaime Milans del Bosch el golpe de Estado del 23-F. Cuando llevaba cinco años en prisión ya había manifestad­o su arrepentim­iento y lealtad a la Corona y la Constituci­ón. Su quinta solicitud de indulto se admitió a trámite y la Sala de lo Militar del Tribunal Supremo emitió informe favorable por razones de «equidad», entendida como una benevolenc­ia que permite acortar la pena cuando esta «ha devenido innecesari­a para la reinserció­n del condenado». Consideró tanto el arrepentim­iento como que llevaba ya un año en el Gómez Ulla tras sufrir una embolia. El Gobierno de Felipe González le concedió la medida de gracia en la Nochebuena de 1988.

En el caso de Barrionuev­o y Vera, fueron condenados a diez años por el secuestro de Segundo Marey, en el contexto del GAL y la guerra sucia contra ETA. El Gobierno de José María Aznar los sacó de prisión en 1998, tres meses y medio después de entrar, con un indulto parcial que reducía en dos tercios la pena y les permitía el tercer grado. Contaban con un informe favorable del Tribunal Supremo, que los había sentenciad­o, y que consideró que habían transcurri­do 15 años del delito, que la motivación del mismo no fue personal y que no había ya posibilida­d real de reincidenc­ia. Ninguno de ellos dijo «lo volveremos a hacer».

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