Una coalición de Gobierno con Podemos
Cuando Pedro Sánchez presentó la moción de censura contra Mariano Rajoy, en 2018, dejó claro que quería formar «un Gobierno del PSOE», dejando claro que aspiraba a gobernar en solitario. Sería la última vez que podría hacerlo. Pero tras las elecciones de abril de 2019 intentó volver a levantar un cortafuegos sobre Podemos.
Ambos partidos se reunieron durante semanas representados por equipos negociadores. La desconfianza era la tónica habitual. Pedro Sánchez se lanzó a una investidura sin tener cerrado esos apoyos. Con el ánimo de poner en marcha el contador para disolver las Cortes y buscar la repetición electoral.
El rechazo del PSOE a ceder Igualdad y Trabajo bloqueaban la negociación. Pedro Sánchez se presentó en un programa de televisión para asegurar que el único escollo para el acuerdo era la presencia de Iglesias en el Gobierno. Iglesias aceptó el órdago y anunció que se apartaba. Pero la voluntad del PSOE por cerrar esa coalición era tan escasa que ni siquiera esa retirada sirvió. Iglesias pensó que Sánchez intentaría una segunda investidura. Pero el presidente estaba ya en campaña. Y pensaba que rechazar a Iglesias le daría votos: «Sería un presidente del Gobierno que no dormiría por la noche. Junto con el 95% de los ciudadanos que tampoco se sentirían tranquilos», lanzó en una entrevista de televisión. No fue el único.
Aprovechando la violencia callejera que se desató tras la sentencia del ‘procés’, Sánchez quiso poner en valor su decisión de no pactar con Iglesias: «¿Os imagináis esta crisis en Cataluña con la mitad del Gobierno defendiendo la Constitución y la otra mitad del Gobierno, con Podemos dentro, diciendo que hay presos políticos y defendiendo el derecho de autodeterminación?», dijo en un mitin a finales de octubre. Habría que esperar muy poco tiempos para dejar de imaginarlo.