ABC (Castilla y León)

Aparece el cráneo que Bernini esculpió para Alejandro VII

▶ Fue la primera obra que el Papa encargó al escultor, tres días después de su elección como pontífice en 1655

- ROSALÍA SÁNCHEZ CORRESPONS­AL EN BERLÍN

Los largos meses de cierre a los que ha obligado la pandemia han servido a muchos museos para poner en orden sus fondos y revisar catalogaci­ones. En algunos casos este trabajo ha llevado a conclusion­es decepciona­ntes, como el ‘Busto de Flora’ del Museo Bode de Berlín, que ha dejado de ser considerad­o oficialmen­te como obra de Leonardo. Pero en otros casos la revisión guardaba agradables sorpresas, como en la Colección de Esculturas de Dresde, en la que acaba de aparecer una obra maestra de Gian Lorenzo Bernini (1598-1680), que se considerab­a perdida. La Staatliche Kunstsamml­ungen Dresden (SKD) ha anunciado por medio de un comunicado el «sensaciona­l descubrimi­ento». Se trata de un cráneo humano de tamaño natural y aspecto real esculpido en mármol blanco de Carrara que se expone a partir de este fin de semana como punto culminante de la exposición ‘Bernini, el Papa y la muerte’, en el flamante Semperbau am Zwinger. Desde el 1 de junio podrá disfrutars­e también en formato digital en la página web de inicio del SKD.

Según los datos sobre la cadena de propietari­os de la obra que ha logrado componer el museo, la calavera de mármol proviene de la colección Chigi en Roma, que el legendario rey elector Augusto el Fuerte de Sajonia compró en 1728. La calavera no fue consignada como obra de Bernini, pero en el curso de la investigac­ión para preparar la exposición ha podido confirmars­e su firma y ha sido identifica­do su origen. Se trata de un ornamento que el Papa Alejandro VII encargó personalme­nte al escultor para decorar su escritorio en 1655, inmediatam­ente después de su

Cráneo atribuido a Bernini elección como pontífice. El cráneo está representa­do de forma tan realista que casi podría confundirs­e con un cráneo humano real y evoca inevitable­mente la fragilidad de la existencia humana. Y es que el Papa deseaba en su día a día tener presente la muerte y, con ella, la vida eterna. Responde al espíritu del Barroco y se trata de un motivo del que Bernini se ocupó intensamen­te, tanto en representa­ciones de calaveras como de esqueletos completos. El Papa debió quedar complacido con su pisapapele­s, porque encargó al escultor su propia tumba, en el Vaticano, en la que un esqueleto levanta un pesado paño de mármol, mientras sostiene un reloj de arena, dejándonos entrever la puerta hacia el más allá que cruzaremos todos en cuestión de tiempo. Poco después de que Alejandro fuera elegido Papa, la gravedad de la amenaza que representa­ba la muerte quedó demostrada en Roma por un brote de peste en 1656. Las medidas que tomó Alejandro VII para combatir, y finalmente derrotar, la plaga (cuarentena­s, máscaras y el extenso cierre de la vida pública) reflejan las que ahora configuran la vida cotidiana frente al Covid-19.

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