ABC (Castilla y León)

Max Mosley (1940-2021)

Polémico por sus orígenes y por sus actos Presidió la Federación Automovilí­stica Internacio­nal, desde donde potenció y diversific­ó la competició­n

- JOSÉ MARÍA BALLESTER ESQUIVIAS

Max Rufus Mosley fue separado de sus padres a los pocas semanas de nacer, justo cuando empezaba la Segunda Guerra Mundial. Por motivos de seguridad nacional las autoridade­s británicas asignaron la residencia, en lugares distintos, a sir Oswald Mosley, líder de la Unión Británica de Fascistas y principal valedor del nazismo en el Reino Unido, y a su mujer, Diana Mitford, una de las famosas hermanas que centraron la vida social inglesa en los años treinta tanto por su belleza como por sus controvert­idos compromiso­s políticos. Baste decir que Adolf Hitler fue el invitado de honor de la boda de sir Oswald y Diana. Unos antecedent­es demasiado nítidos como para que la existencia de Max Mosley fuera banal. De entrada, su apellido fue un repelente cuando alcanzó la edad de ir al colegio, por lo que los primeros años de su educación transcurri­eron a domicilio, donde su madre le enseñó, a él y a su hermano, a leer y a escribir. Más adelante, sería alumno de internados franceses y alemanes antes de completar la etapa escolar en su país natal. A lo que Mosley no estaba dispuesto era a que sus orígenes le amargaran la existencia, pese a la estrecha colaboraci­ón con su padre cuando éste último, en los cincuenta y sesenta, intentó recuperar, sin éxito, un escaño en la Cámara de los Comunes.

De ahí que estudiara dos carreras –Físicas en Oxford, Derecho en Londres– y optara por especializ­arse en patentes. Pero seguía tropezándo­se con recelos. La vía de escape la encontró en el automovili­smo. Mosley se hizo un nombre en Fórmula 2, categoría en la que logró una decena de victorias a nivel nacional, antes de que una serie de reveses le hiciera entender que su presencia sería más provechosa en los despachos.

La fundación del fabricante de monoplazas March Engineerin­g fue el inicio de un lento pero imparable ascenso en las esferas dirigentes del automovili­smo internacio­nal. Sobre todo a raíz de su asociación con el futuro mandamás del sector, el también británico Bernie Ecclestone. El segundo hizo del primero su asesor áulico en la Asociación de Constructo­res de Fórmula 1 antes de promoverlo para alcanzar la presidenci­a de la Federación Automovilí­stica Internacio­nal (FIA), objetivo que cumplió en 1993. Durante 16 años Mosley potenció y diversific­ó la actividad automovilí­stica, dedicó ingentes esfuerzos para aumentar la seguridad en las competicio­nes, entregó los derechos televisivo­s a Ecclestone y ganó un pleito a la Comisión Europea. La trayectori­a empezó a resquebraj­arse en 2008 a raíz de la publicació­n en ‘News of The World’ de unas fotografía­s en las que se veía a Mosley participan­do en orgías sadomasoqu­istas en compañía de cinco prostituta­s. Sus intentos de mantenerse en la FIA fueron vanos. Ya era demasiado.

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